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Durante cateo de la Fiscalía General de la República, tenían a un pequeño jaguar de mascotita

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Un operativo reveló una escena de crueldad y tráfico ilegal en el interior de una vivienda, agentes encontraron un felino onca en cautiverio. La PROFEPA aseguró al animal y lo trasladó a la SEMARNAT

REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN

Detrás de la fachada común de una casa en Jilotepec, la noche se volvió testigo de un hallazgo tan insólito como indignante. En medio de un operativo encabezado por la Fiscalía General de la República, agentes federales se toparon con algo que excedía cualquier expediente delictivo ordinario: un jaguar vivo, joven, respirando miedo dentro de un encierro improvisado. El rugido que debía pertenecer a la selva quedó atrapado entre paredes frías, cemento y silencio criminal.

El felino, perteneciente a la especie Panthera onca, catalogada en peligro de extinción, estaba confinado en un espacio reducido, con movilidad limitada, bajo condiciones clandestinas que exponían su vida y su integridad. El olor a encierro, el temor del animal y la huella evidente de un comercio ilegal quedaron flotando en el ambiente. No se trataba de una mascota exótica: era una víctima. Una pieza de lujo para el mercado negro, un trofeo respirando angustia.

Personal especializado de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente ingresó con extrema precaución. La mirada del jaguar —alerta, desconfiada, herida en dignidad— reflejaba la violencia del cautiverio. Aunque la revisión inicial confirmó que no presentaba lesiones graves visibles y su condición física era estable, los especialistas advirtieron que el daño emocional y psicológico, producto del encierro y la privación de su entorno natural, podría ser profundo y prolongado. Un cuerpo hecho para dominar territorios extensos fue reducido a metros miserables de existencia.

Tras ser sedado y contenido bajo estrictos protocolos de seguridad, el animal fue trasladado a una instalación autorizada por la SEMARNAT, donde iniciará un proceso de recuperación que podría definir su destino: reintegración controlada o vida bajo resguardo permanente. Lo único seguro es que escapó del destino de muchos de su especie: muerte, venta clandestina o exhibición como símbolo de poder criminal.

Hasta ahora no se reportan detenidos, pero las investigaciones continúan. Las autoridades buscan a los responsables de haber convertido a un símbolo de la biodiversidad mexicana en mercancía viva. El caso revela una realidad que se intenta ocultar: el tráfico de fauna no es un delito menor, es una industria sangrienta que desgarra ecosistemas y normaliza la crueldad. En Jilotepec, el rugido sobrevivió. Pero detrás de muchas puertas, la selva sigue muriendo en silencio.

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