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CDMX: abrazos y sonrisas

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Por Salvador Guerrero Chiprés

Temprano el espacio se llena de vecinas y vecinos. Niñas y niños corren entre sillas y mesas largas; madres, abuelas y padres se saludan como quien reconoce a la comunidad.

Clara Brugada está en el presídium. En las mesas conviven con las y los colonos las secretarias de las Mujeres y de Pueblos y Barrios Originarios, Daptnhe Cuevas y Nelly Juárez. Su presencia en “Abrazo de Corazón” subraya que cuidado, igualdad e identidad comunitaria forman parte del mismo entramado.

Desde El Paraíso, en Iztapalapa —territorio donde dice Brugada “está mi corazón—, la Jefa de Gobierno de la CDMX recuerda las más de dos mil veintiséis obras realizadas en la capital. Antesala del 2026. El mensaje es claro: los abrazos no sustituyen las obras, pero las obras sin abrazos quedan incompletas.

Almuerzo compartido, sin prisas ni distancia. Después, la rifa de juguetes: bicicletas, teclados, scooters, patines. Cada nombre arranca aplausos y sonrisas. En los ojos de las y los menores se refleja algo elemental: la ciudad también piensa en ellas, en ellos.

El cierre de año no es solo calendario, es momento de balance emocional colectivo y oportunidad para el despliegue de una política con acercamiento a la vida cotidiana.

Brugada ha leído ese instante con precisión y lo sintetiza en una frase que condensa la visión de gobierno: diciembre es “una época para abrazarnos, compartir y estar cerca de quienes queremos”.

La biología y psicología social entienden el abrazo como herramienta básica de regulación emocional. El contacto libera oxitocina, la llamada “hormona del amor” responsable de la formación de vínculos, confianza, empatía y apego social, además de reducir el cortisol, generador de estrés. Traducido a política pública significa que una sociedad cuidada emocionalmente es más estable.

El fin de año potencia esta lógica. Abrazos y sonrisas desde la CDMX.

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