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REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
El anuncio cayó como cifra redonda y discurso triunfal: el Partido Verde Ecologista de México asegura haber alcanzado 200 mil afiliaciones en el Estado de México y sumar más de 40 liderazgos con peso territorial. Sin embargo, detrás del festejo, crecen las dudas sobre la naturaleza real de ese crecimiento y los intereses que lo sostienen.
Para opositores y analistas, el repunte del Verde no responde a una expansión ciudadana ni a un despertar ambientalista, sino a una reconfiguración de viejas estructuras políticas.
“No es militancia nueva, es migración de cuadros que vienen del PRI y que hoy encuentran acomodo en otra sigla”, señala un legislador local que observa el fenómeno como un reacomodo de poder más que como una renovación.
La dirigencia estatal, encabezada por José Alberto Couttolenc Buentello, atribuye el avance al trabajo territorial y a la cercanía con la gente, además de reconocer el respaldo del actual gobierno encabezado por Delfina Gómez. Sin embargo, omite un dato clave: buena parte de los nuevos cuadros provienen de las filas del Partido Revolucionario Institucional, fuerza que gobernó la entidad durante décadas y que hoy busca sobrevivir bajo nuevos colores.
Especialistas advierten que esta estrategia permite al Verde crecer de manera acelerada, pero a costa de diluir su identidad. “No hay una agenda ecológica clara detrás de este padrón; hay pragmatismo electoral y reciclaje político”, apunta una analista consultada. La cercanía con expriístas, añaden, alimenta la percepción de que el partido funciona como refugio de un régimen en retirada.
Así, mientras el Verde presume números récord y fortaleza rumbo a los comicios de 2026, la crítica persiste: su crecimiento no huele a renovación, sino a cálculo. Un partido que se dice nuevo, pero que se fortalece con los mismos de siempre.