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Por Salvador Guerrero Chiprés
Cada policía caído en cumplimiento del deber revela el punto exacto donde el gobierno enfrenta la violencia. Por eso, recordarles es una obligación pública para entender qué tipo de ciudad se construye.
Durante el desfile conmemorativo por el Día del Policía, en el Ángel de la Independencia, la Jefa de Gobierno de la CDMX, Clara Brugada, lo dijo sin rodeos: los policías exponen su vida. Cuando la autoridad nombra el sacrificio asume responsabilidades.
El homenaje, encabezado además de la mandataria por el titular de la Policía, Pablo Vázquez, y la fiscal Bertha Alcalde, no fue solo a los vivos, sino a los ausentes.
La Policía carga una paradoja. Se le exige eficacia absoluta, contención impecable y resultados inmediatos, pero aún se le observa con desconfianza. En ese contexto, la heroica actitud frente a la agresión y provocación —sobre todo, la decisión de no caer en ellas— adquiere un valor político central frente al riesgo personal.
El reconocimiento al Policía del Año 2025, Edgar Daniel Alonso Pacheco, de la PBI, sintetiza esa lógica de premiar el servicio público profesional, valiente y consciente del impacto social de cada decisión. Desde octubre de 2024 se han entregado 7 mil condecoraciones, 11 mil 700 recompensas, 21 mil estímulos y 4 mil 500 ascensos.
Honrar trayectorias y méritos no devuelve la vida a quienes cayeron, pero sí evita que su sacrificio sea inútil. Obliga a hablar de los retos pendientes: construir territorios de paz donde es necesario rescatar a las y los jóvenes antes de ser capturados por la violencia, así como transformar de fondo las condiciones que la producen.
En ese mapa de desafíos, la lucha contra la extorsión ocupa el centro y requiere policías dispuestos a enfrentar redes criminales.
De ahí que el mensaje de Brugada haya sido explícito: la ciudad cuenta con las y los policías para las grandes tareas de la transformación.