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Por Ana María Vázquez
Escritora/Dramaturga
@Anamariavazquez
Es costumbre que en los últimos días del año, se hagan recuentos y balances como una forma de ver qué tanto hemos avanzado, y en esa estaba cuando caí en la cuenta de que la presidenta Sheinbaum lleva apenas un año y dos meses de mandato; la continuidad por la que votamos es tan real que este segundo piso ha sido la continuación natural y lógica de lo sembrado por el presidente López Obrador, sin embargo han pasado muchísimas cosas como la entrada de Trump, como un elefante en cristalería; la crisis en Sinaloa desatada poco antes de terminar el sexenio anterior y cuya contención no ha podido darse; traiciones internas y externas que no han logrado romper los fuertes lazos que creó el movimiento 4T y un país que se sostiene no obstante los embates que la oposición y los poderes mediáticos corporativos han hecho.
Multitud de marchas cada vez más deslavazadas una oposición que no acababa de cuajar; sin proyecto político, sin estructura, pero cada vez más guiada por el intervencionismo de la ultraderecha internacional, ellos sí, con agenda, proyecto y planes específicos. Y mientras, el partido continúa dormido en sus laureles, disfrutando todavía del “efecto AMLO” al que día con día van desgastando a fuerza de ojos y oídos tapados.
Este año nos ha mostrado que en efecto no tenemos una presidenta débil, maleable y “barco”, sino todo lo contrario, el temple de Claudia Sheinbaum ha sido puesto a prueba casi a diario y al igual que su antecesor, a veces se le ve luchando sola, pero como a AMLO, tampoco parece importarle ya que sus objetivos y metas están perfectamente claros.
El crecimiento de la clase media nacional, que acaba de anunciarse es algo histórico, hay que recordar que el peronismo dejó destruido el tejido social, la industria, el comercio y que la llamada clase media fue convertida a un puñado de luchadores que les “iba un poco mejor”, hay números que ni siquiera los más estudiosos detractores pueden rebatir, como la mejora en el nivel de vida de los ciudadanos; la desaparición de los gasolinazos; la desaparición de la cuesta de enero; la desaparición de las devaluaciones.
Quedan todavía asuntos pendientes: crimen organizado, soberanía alimentaria, erradicación de los transgénicos, acelerar el PIB, reducir la informalidad laboral, optimizar el gasto, concretar el registro de desaparecidos, regulación de plataformas y de IA, etc.
El próximo año no pinta un camino de rosas para el mundo con la salvaje y descarnada lucha de las potencias por los recursos ajenos, lo cual nos pone con banderas amarillas y habremos de estar pendientes de los pasos de nuestro vecino del norte.
