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Por Eduardo López Betancourt
AMPLIAMENTE ADOPTADA
El término res publica significa “cosa pública” y alude a un sistema político donde interviene la ciudadanía mediante una constitución. Su uso surgió en Roma hacia el año 509 antes de Cristo, cuando se instauró la república romana tras la expulsión del último monarca, Lucio Tarquinio el Soberbio. Ese modelo estableció que la autoridad residiera en la colectividad, la cual elegía a sus representantes. Permaneció vigente hasta el año 27 antes de Cristo, momento en que surgió el imperio bajo Augusto.
Hoy en día, esta organización política es ampliamente adoptada. Numerosos estados del mundo se estructuran como repúblicas y se distinguen de las monarquías constitucionales. En ellas, la conducción recae en un presidente o en cuerpos parlamentarios, cuya misión consiste en garantizar derechos y libertades sin privilegios exclusivos para sectores específicos.
Sin embargo, estos regímenes enfrentan desafíos continuos, entre los cuales sobresalen la corrupción, el uso indebido de facultades y las fuertes desigualdades económicas y sociales. También resulta preocupante la escasa intervención cívica y el desinterés por los asuntos públicos.
Debe subrayarse que existen países que se proclaman repúblicas, pero no cumplen sus principios esenciales, sobre todo porque concentran la autoridad en reducidos círculos y, en ocasiones, en una sola figura considerada el “gran jefe”. Avanzar hacia un modelo auténtico requiere eliminar prácticas nocivas que otorgan a un dirigente un poder desmedido, sea mediante mecanismos directos o bajo discursos engañosos.