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Por Ana maría Vázquez
Escriotora/Dramaturga
@Anamariavazquez
Una detallada denuncia con pruebas y hechos comprobables, con nombres y fechas me fue enviada pidiendo su difusión, la denuncia implica al actual rector de la FESC (Facultad de estudios superiores Cuautitlán), en la que menciona el rechazo a la reelección del actual rector, Dr. David Quintanar Guerrero. Un desplegado que sintetiza las razones por las cuales se exige su remoción, un archivo adjunto en donde se desglosan los fundamentos y un enlace a las carpetas de denuncias específicas.
¡Rompamos el pacto!, la FESC no aguanta 4 años más de misoginia y megalomanía, es el título del desplegado que en su contenido destaca varios puntos que van desde protección a agresores sexuales, negar permisos de maternidad, aunque en papel se alegue lo contrario; violencia institucional hacia maestras que han sido perseguidas y violentadas en sus derechos; gastos suntuarios como la compra de relojes institucionales y construcción de monumentos en lugar de destinar los recursos a atender las prioridades del plantel, como el cambio urgente de estructuras de asbesto (altamente tóxicas) que todavía están en uso; desplazamiento de personal calificado para otorgar plazas a cercanos; prohibición del uso del auditorio; ausencia de un proyecto de difusión de la cultura, etc.
La denuncia es extensa y perfectamente fundamentada y constituye un botón de muestra de lo que se han convertido las universidades en nuestro país, la mayoría convertidas en tierra de nadie, donde manda un rey que ocupa rectoría, con un presupuesto del erario que reparte según el gusto y criterio del rector que suele privilegiar a los cercanos, otorgando plazas mientras el resto de la planta docente continúa con sueldos de miseria y cambios arbitrarios, una rectoría que en este llamado “tiempo de mujeres” se aferra a su pacto patriarcal. Autonomía universitaria que ha servido de refugio a células de la ultraderecha, o que mantienen sueldo, privilegio y plaza a, por ejemplo, Lorenzo Córdova, aunque se trasgreda el reglamento institucional.
La valiente denuncia de la comunidad de la FESC debería servir como punta de lanza para ir desmontando esas viejas prácticas que solo decepcionan a los estudiantes y maestros y que orilla, eventualmente, a los primeros a abandonar su proceso educativo. Es un hecho que la corrupción persiste en todos lados, pero las universidades, otrora baluartes de la educación, deberían ser las primeras en ser ejemplo de ética y solvencia moral.