212 lecturas
Por Ricardo Sevilla
¡Se acabó la espera! Ernestina Godoy es la nueva fiscal general de la república. Y su mensaje ha sido sólido, contundente: “¡No fabricaremos culpables! ¡Y no habrá persecución política! Pero tampoco habrá impunidad”.
Pero analicemos de qué se trata todo esto.
El nombramiento de un Fiscal General es uno de los eventos políticos y jurídicos más importantes. Y lo es porque determina la dirección de la justicia y la persecución del delito.
Hay un reclamo de la oposición –siempre tan reclamadora–: que la Fiscalía debe operar sin sesgos partidistas. Y duda –aunque la comentocracia la plantea a gritos– surge porque Godoy proviene de una trayectoria política cercana al partido gobernante.
Y se entiende porque, tradicionalmente, la oposición ha calificado procesos similares como “fiscales a modo” o “subordinados”. Eso mismo dijeron de Gertz Manero. Y ya ve. ¡Más que subordinado, parecía un perezoso opositor!
De ahí que los opinólogos exijan a Godoy una independencia superior para demostrar que no es un pacto, sino un consenso.
Y les han dado una bofetada con guante blanco.
¿Y sabe por qué? Porque la votación de 97 votos a favor indica un amplio consenso o, mejor aún, una poderosa mayoría legislativa que respaldó la designación de Godoy. Y eso ha sido un auténtico soplamocos en la nuca de los conservadores.
Y fíjese que, entre las cosas que dijo la nueva titular de la FGR, hubo una frase que me llamó poderosísimamente la atención: “¡No fabricaremos culpables!” ¿Y sabe por qué? Porque esta frase responde directamente a una historia de prácticas sistemáticas en México de tortura. Ernestina sabe perfectamente que la siembra de evidencia e integración defectuosa de carpetas de investigación ha resultado en encarcelamientos injustos.
Y ese será uno de los principales desafíos de la nueva fiscal; y muchos confiamos en que hará un gran trabajo.