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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
Es un hecho: Morena es el partido que más simpatías tiene en la población.
Prácticamente todas las encuestas coinciden, y la realidad lo confirma. Gobierna la mayoría de las entidades del país, es fuerza dominante en las cámaras de Senadores y Diputados, y la presidenta de México pertenece a Morena.
El porqué Morena —el partido más joven del país, con apenas 11 años de vida— logró gobernar tanto en tan poco tiempo es, sin duda, un tema digno de análisis desde la ciencia política y la academia.
Y mientras Morena se consolida como el partido hegemónico, la oposición vive su propia debacle. El PRI, convertido en un cascarón sin arraigo popular, es para buena parte de la población sinónimo de corrupción. El PRD desapareció; Movimiento Ciudadano carece de una línea ideológica clara y sus gobiernos operan como “lo mismo de siempre”; y el PAN ya no sabe si es un partido de derecha o de ultraderecha.
Ante esta confusión ideológica y electoral, lo que surge es la desesperación. Y un ejemplo evidente es el caso de Alessandra Rojo de la Vega, alcaldesa de Cuauhtémoc.
En un video que difundió el viernes pasado, se asumió como “perseguida política” y aseguró estar viviendo lo mismo que Andrés Manuel López Obrador hace 20 años, cuando fue desaforado para impedirle ser candidato presidencial.
Esa comparación no solo es absurda: revela la desesperación opositora. Fabrican historias de persecución y buscan victimizarse. Alessandra no tiene nada que ver con AMLO, ni nadie intenta frenar su carrera política.
Usar la figura de López Obrador para compararse y victimizarse es una agresión a la inteligencia y una burla para cualquiera que conozca la historia reciente del país.
Y actúa así porque, en realidad, están desesperados. Montan mentiras, escenifican shows y fabrican escándalos para intentar generar simpatía… y logran exactamente lo contrario: provocan rechazo.
La oposición está perdida. No tiene rumbo ni discurso ni proyecto. Llevan así más de siete años y nada indica que vayan a cambiar.