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Debido a la precariedad, el trabajo sexual aparece como un medio inmediato para que las centroamericanas obtengan dinero
Fernando Ortiz
Ciudad de México.- En la Ciudad de México, el aumento de migrantes en situación de calle, precariedad extrema o sin documentos ha generado la creciente incorporación de mujeres migrantes al trabajo sexual como única vía de supervivencia.
Aunque no existen estadísticas oficiales precisas sobre cuántos migrantes ejercen esta actividad, organizaciones civiles y diagnósticos recientes coinciden en que la relación entre movilidad humana y trabajo sexual se ha fortalecido debido a la falta de vivienda, la discriminación laboral, la saturación de albergues y la ausencia de redes de apoyo.
Desde 2024, la capital registra un flujo constante de migrantes que llegan desde Venezuela, Honduras, El Salvador, Colombia, Haití y países africanos.
En medio de esa precariedad, el trabajo sexual aparece como un recurso inmediato para obtener ingresos. Colectivos que acompañan a trabajadoras sexuales han detectado un aumento de migrantes jóvenes que llegan a zonas como Tlalpan, La Merced, Insurgentes, Sullivan, Observatorio, Taxqueña. La mayoría asegura haber buscado primero empleo formal como limpieza, restaurantes, carga, seguridad privada o ventas, pero al no contar con documentos o referencias laborales fueron rechazados.
Un diagnóstico reciente de organismos de derechos humanos en CDMX, elaborado a inicios de 2025, reveló que una parte significativa de las personas que ejercen trabajo sexual en espacios públicos no nació en la capital y muchas provienen de otras entidades o del extranjero. El mismo informe documentó que más de la mitad carece de documentos oficiales vigentes.
El contexto de violencia hacia migrantes también ha aumentado, organizaciones médicas que trabajan en la capital han reportado incrementos en casos de violencia sexual, extorsión, agresiones físicas y explotación hacia personas migrantes, especialmente mujeres. Para quienes ejercen trabajo sexual, los riesgos se multiplican, clientes que no pagan, violencia de pareja, extorsión de grupos locales, cobro de “derecho de piso”, amenazas por parte de personas que controlan zonas y vulnerabilidad frente a trata de personas.
En zonas como La Merced y Tlalpan, trabajadoras sexuales señalan que han visto llegar más migrantes en los últimos dos años, muchos jóvenes y sin contactos en la ciudad, algunas intentan ejercer el trabajo sexual sin conocer códigos de seguridad, tarifas o zonas, lo que aumenta su exposición.