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Por Hugo Torres
Rendir cuentas no es un acto de cortesía política ni un trámite para salir del paso: es una obligación democrática. Y, sobre todo, es un deber ético con la gente que nos dio su confianza en las urnas. Por eso, cuando llegó el momento de presentar mi Informe de Actividades, no dudé. Lo preparé con responsabilidad, con transparencia y con la convicción absoluta de que la ciudadanía merece saber qué hacemos, cómo lo hacemos y para qué lo hacemos.
Lo digo con claridad porque alguien tiene que decirlo: en Benito Juárez, el ejercicio de rendición de cuentas por parte de los concejales ha sido prácticamente nulo. Muy pocos se atrevieron a enfrentarse a su propia gestión frente a la comunidad. Parece que informar incomoda a quienes prefieren administrar la política desde las sombras, sin vecinos que pregunten ni datos que exijan explicación.
Yo sí rendí mi informe. Y lo hice de frente, ante 300 vecinos que acudieron por voluntad propia, no porque alguien los acarreara o porque hubiera algún espectáculo de por medio. Lo hice sin una sola defensa, sin una sola mentira, sin adornos ni tribus políticas empujando atrás. Lo hice con dignidad, con la verdad por delante y con el firme compromiso de honrar el voto de quienes me eligieron.
Informé lo que trabajamos este año:
- Nuestra participación en la Feria del Libro, acercando la cultura y la reflexión política.
- Las actividades comunitarias que organizamos alrededor del Mundial de Futbol.
- El programa de adiestramiento canino gratuito en la alcaldía.
- Y la presentación de una Asociación Civil conformada por vecinas y vecinos que se han unido para defenderse del despojo de inmuebles, una lucha que yo acompañaré siempre, porque Benito Juárez merece justicia urbana y no más abusos inmobiliarios.
Mientras tanto, vemos la otra cara de la moneda: funcionarios como Mauricio Tabe, alcalde que debería ser el primero en rendir cuentas, pero que se negó a comparecer. Un tanto por miedo, otro tanto por altivez. Ese desdén por la transparencia confirma que para algunos gobernar es un privilegio, no un mandato ciudadano.
Yo pienso distinto. Rendir cuentas no me resta, me fortalece. Me recuerda para quién trabajo y por qué estoy aquí. Mi informe no fue un acto ceremonial, fue un acto de responsabilidad pública. Y así seguiré: de frente, con la gente, con la verdad y con la convicción de que Benito Juárez merece representantes que no se escondan, que no huyan y que no le teman a la transparencia.
Porque la confianza no se pide: se honra. Y se honra trabajando y rindiendo cuentas. Siempre.