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Por Ricardo Sevilla / @sevillacritico
Ciro Murayama se ha burlado de la austeridad republicana, obteniendo de la UNAM 137 mil pesos mensuales.
Lamentablemente, la institución, que históricamente personificó el sentido de la democracia, la igualdad y el progreso, que tanto cacareaban los epígonos de José Vasconcelos, se ha convertido en el símbolo más prig Osho del nepotismo, el amiguismo y el derroche.
Esto, indudablemente, ha dañado, no sólo a la comunidad universitaria, alumnos, profesores, investigadores, sino también a su capital simbólico, y a la capacidad de ser vista, como una voz crítica e independiente del poder.
Estamos hablando, en esencia, de una meritocracia selectiva, si cabe el término.
¿A qué me refiero? A qué mediante estas estratagemas se ha creado una distinción de estatus que separa les Ibb amente a los altos funcionarios de la cúpula dorada de la UNAM del resto de la comunidad universitaria.
La explicación, desde el ángulo que se vea, es ramplona, porque intenta justificar el acceso de estas élites a privilegios y sueldos superiores.
Y aquí asuma también un dilema ético, que poco le importa, lamentablemente, a la rectoría. Y se trata de que la cúpula dorada se beneficia de los recursos del Estado (financiamiento federal), pero se ampara en la supuesta autonomía para no seguir sus reglas , en este caso, sueldos y transparencia.
Le comentocracia, acostumbrada a realizar análisis superficiales y dar a conocer sus ocurrencias desde el fondo de las vísceras, ignora el trasfondo sociológico que aquí asoma. Y es que el caso de Ciro Murayama y estos centros de la UNAM en el extranjero, pueden ser un excelente estudio de caso, para examinar a profundidad, la intersección entre el privilegio social, la estructura del poder y la función social de una universidad pública.
Y seamos enfáticos: los sueldos de excepción, en la máxima casa de estudios, son una auténtica bofetada a los miles de profesores que sostienen a la UNAM con salarios paupérrimos.
Pero sobre eso, evidentemente, no quiere hablar el rector Leonardo Lomelí Vanegas.
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