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Claman, otra vez, justicia en la capital: Piden que no haya una asesinada más

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Avanzó la marcha por el 25N de manera pacífica, unida y constante para exigir el fin a la impunidad y al patriarcado

Fernando Ortiz

Ciudad de México.- Este 25 de noviembre, bajo el cielo gris de la capital comenzó la movilización histórica, la marcha del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.

Desde la Glorieta de las Mujeres que Luchan, el Ángel de la Independencia y el Monumento a la Revolución, miles de mujeres con atuendos de color morado, paliacates a tono y otros de color verdes, con mantas y pancartas, mismas que portaban imágenes de jóvenes, niñas, mujeres arribaron al recorrido previamente pactado por colectivos en pro de la defensa de los derechos para la mujer, con un solo objetivo, exigir el fin de la violencia machista, la impunidad y el olvido.

La marcha comenzó oficialmente alrededor de las 15:40 horas. Los contingentes partieron de Paseo de la Reforma desde la Glorieta de las Mujeres que Luchan y avanzaron enclaustrados por vallas metálicas que diferentes negocios acomodaron para proteger sus fachadas de las asistentes al movimiento, en los colosos de metal se leían frases como “ni una más callara”, “Alejandro me ahorcó, me dio un golpe, me humilló y aún así me llamaba amor”.

Los contingentes caminaron aún solo paso, por avenidas emblemáticas como Avenida Juárez, Eje Central y 5 de Mayo, hasta llegar a la plancha del Zócalo, donde más vayas las esperaban.

Hicieron paradas estratégicas para poder gritar fuertemente más consignas “vivas se las llevaron, vivas las queremos” resonó a dos calles del zócalo capitalino.

 

Una de las más significativas fue a un costado del palacio de bellas artes, en donde un colectivo, instaló una carpa para darle voz a quien aún no había hablado.

Ahí, un tendedero casero fue colocado, en las acusaciones se leía “tome con las personas equivocadas y me culparon” haciendo alusión a probable abuso.

“Me culparon por algo que me pasó estando inconsciente” también resaltó en una cartulina naranja.

“No estamos todas” la que más rompía el silencio entre las asistentes.

A la hora de tomar el micrófono, una asistente que se abstuvo de dar su nombre relató el abuso que sufrió desde que contrajo nupcias, ya de edad, la mujer pidió justicia para sus contemporáneas y las más jóvenes.

El ambiente, cargado de consignas como “Ni una más, ni una asesinada más ” retumbaba mientras las asistentes denunciaban feminicidios, desapariciones, violencia vicaria, abusos institucionales, negligencia de autoridades y la persistencia del patriarcado.

Muchas manifestantes portaban fotografías, nombres, fechas, memoria de mujeres desaparecidas o asesinadas. Se escuchaban también gritos de justicia, dolor convertido en protesta. Un fuerte latido colectivo que exigía no solo visibilidad, sino acción.

Para resguardar a las manifestantes y evitar incidentes, se desplegó un operativo especial con 600 mujeres policías a lo largo de todo el trayecto.

Un Zócalo transformado

Al llegar al Zócalo, la plancha se convirtió en un espacio de duelo, exigencia y comunidad. Las mantas, los mensajes, los silencios y los reclamos llenaron el aire. Algunas mujeres alzaron carteles con nombres de víctimas, otras recitaron consignas, y muchas guardaron un minuto de silencio, visiblemente afligidas.

En la tarima principal, se acumularon las representantes de los colectivos, dieron discursos impecables donde pedían razón social a la problemática.

“En México vivimos una violencia estructural. Queremos justicia expedita para todas, todos y todes. No sirve de nada un decreto de igualdad sustantiva , si el Estado mexicano sigue siendo responsable de la violación sistemática de los derechos humanos”, dijeron las representantes.

A sus espaldas, las vallas metálicas protegían palacio nacional, y el temido bloque ¿negro? Ahora vestía atuendos rojos, con el semblante cubierto comenzaron a pintar las vallas, un par de patadas pero solo eso.

Entre las pintas de “estamos cansadas de la negligencia” se escuchaban más mujeres exigiendo lo que ya debería ser de ellas, respeto.

No fue solo una marcha, fue una unidad y conciencia, un acto de memoria y exigencia ante una crisis silenciosa que cobra vidas con impunidad.

Cuando las luces del Zócalo se apaguen, cuando las vallas se retiren y las mujeres regresen a sus hogares, la marcha continuará en las calles, en las casas, en las escuelas, en las oficinas. Ese clamor por justicia, reconocimiento y reparación se sostiene más allá del 25 de noviembre.

La jornada demostró que, mientras la violencia de género exista, la lucha seguirá. Que cada nombre, cada rostro, cada ausencia cuente. Que ninguna silencie su grito.

La marcha de hoy y todas las que vendrán no se trata solo de un día: es una demanda constante. Justicia, memoria, dignidad.

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