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REDACCIÓN
Este fin de semana, el estruendo del agua fue lo que despertó a los habitantes de San Miguel Xochimanga, en el municipio de Atizapán de Zaragoza. No se trataba de lluvia ni de alguna falla doméstica: una tubería principal de la CAEM había cedido y el líquido brotaba con tal fuerza que, en cuestión de minutos, convirtió varias calles en auténticos arroyos.
Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando los vecinos comenzaron a notar cómo el nivel subía sin control.
La corriente avanzó por las calles Himalaya, Xochimilco y Cerro de las Campanas, filtrándose en patios, cocheras y habitaciones. En pocas cuadras, el agua alcanzó entre 15 y 30 centímetros, suficiente para arrastrar basura, dañar bardas y humedecer muros recién pintados.

Despertar, ponerse zapatos y salir a la calle fue un solo movimiento para decenas de familias que, sin mayor opción, comenzaron a levantar diques improvisados con costales de arena.
A pesar de que las autoridades advierten sobre la peor crisis de abasto en una década, con el Sistema Cutzamala operando por debajo del 38% según informes recientes, miles de litros se escurrían sin control por una infraestructura que acumula parches y reparaciones superficiales.

El municipio cerró 2023 con más de mil cien fugas registradas, cifra que refleja una red envejecida que se rompe prácticamente todos los días.
La molestia vecinal estalló en cuanto amaneció. “Cómo es posible que pidan ahorrar agua cuando ellos mismos la dejan ir”, reclamó Roberto Méndez, cuyo garaje quedó cubierto por el lodo. Otra residente, Martha Ocampo, expresó su indignación: “No es la primera vez. Siempre dicen que ya quedó reparado y al mes vuelve a pasar. Estamos cansados de vivir entre fugas y escasez”.
