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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
Tres hechos ayudan a entender por qué el PAN, antes un partido de derecha, hoy se está transformando en una fuerza de ultraderecha.
Junio de 2025. El presidente del PAN, Jorge Romero, en una entrevista a modo con la periodista Azucena Uresti, afirmó que el único camino que le quedaba a la oposición era la violencia. Sus palabras fueron: “Nosotros en México ya estamos muy conscientes de que estamos siendo una oposición con una persona que mide dos metros con un bat; o sea, lo que nos falta a la oposición es literalmente la violencia, si es que alguien de la oposición la va a decidir”.
Octubre de 2025. El PAN anunció su relanzamiento. No fue solo un cambio de logotipo y un evento lleno de pronunciamientos: también incorporaron un nuevo lema, “Patria, Familia y Libertad”.
Puede parecer irrelevante, pero no lo es. La ultraderecha en América Latina y en España utiliza precisamente esos conceptos como estandartes. En los hechos, el PAN deja de ser un partido simplemente de derecha y se coloca en la órbita de la ultraderecha.
Noviembre de 2025. Varios grupos de oposición organizan una manifestación que intentan presentar como una marcha juvenil. La juventud no llega. Acuden personas movilizadas por alcaldías panistas de la Ciudad de México y por personajes como Ricardo Salinas Pliego, quien en sus redes sociales promueve ideólogos y figuras internacionales de esa corriente política. Grupos de choque vinculados al PAN comienzan a agredir brutalmente a policías. Después difunden, de forma falsa, que el gobierno de Claudia Sheinbaum los reprimió y que actúa de manera autoritaria.
Estos tres hechos muestran con claridad que el PAN optó por transformarse en un partido de ultraderecha y que ha elegido el camino de la violencia. Lo más grave es que no se trata de un desliz, sino de una estrategia que busca instalar la confrontación como norma y la mentira como catalizador. Ese rumbo abre espacios a un proyecto que necesita el caos para avanzar. Ahí está el verdadero riesgo.