388 lecturas
Por Lengua larga
¡Ah, qué bonito es ver la lealtad en la política… cuando existe! Pero hoy venimos a hablar de otra especie: los concejales de Morena, Pilar Pérez y Julio Higuera, que en vez de columna vertebral parecen tener un resorte flojo y oxidado.
Primero, este par descubrió que el verdadero camino espiritual no era la izquierda ni la derecha, sino donde mejor paguen. Y ahí van, muy dignos, vendiéndose al panista Mauricio Tabe por plazas, por dinerito y por la ilusión de sentirse importantes. Digo, si ya de por sí la fama no se les da, por lo menos que les den un buen cheque.
Y hablando de dignidad, ahí tienen a Julio, quien encontró su vocación profesional: ser felpudo. Y no cualquier felpudo, no señor. Es el tapete deluxe del secretario técnico, Alberto Burgoa, quien lo usa para limpiarse los zapatos cada que entra al concejo. Uno pensaría que el muchacho aspiraría a más, pero pues… cada quien llega hasta donde le da la ambición, o en su caso, la falta de ella.
Pero aquí no acaba el cuento, porque en esta novela barata siempre hay un giro dramático: resulta que Pilar y Julio, tan agradecidos con el alcalde que les suelta el varo mes con mes, decidieron demostrar su fidelidad vendiendo información… a su peor enemigo: Víctor Hugo Romo.
¡Bravo!
¡Un aplauso!
¡A la traición olímpica!
Romo, encantado, la entregó al grupo parlamentario de Morena como souvenir: los nombres de los supuestos Gen Z de la marcha, para culpar a Tabe y a Alessandra Rojo de la Vega. Ya ni en las telenovelas de TV Azteca había visto una traición tan torpe y tan poco rentable.
¿Y qué hacen ahora Pilar y Julio? Pues nada. Lo de siempre. Ser flojos, ser chaqueteros y caminar por los pasillos como si no apestaran a doble cara. Pero tranquila, dupla dinámica, que esto no lo digo yo: lo dicen sus acciones… y los que ya no confían en ustedes ni para pedirles la hora.
En resumen: si la deslealtad fuera deporte olímpico, este par ya tendría oro, plata y bronce. Y patrocinio. Y foto en el podio.
Habráse visto.