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Por Pedro Linares Manuel
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado comprender la fuerza misteriosa que lo impulsa a unirse, crear, sanar y trascender. Esa fuerza es el Amor, no como simple emoción pasajera, sino como energía cósmica que sostiene el equilibrio de la vida. Los sabios de todas las tradiciones han enseñado que el Amor es la vibración más elevada del universo, la fuente de toda verdadera transformación interior.
EL AMOR COMO ENERGÍA CREADORA
El Amor no es deseo ni apego: es presencia, es expansión, es conciencia despierta que abraza sin poseer. Cuando el corazón humano vibra en amor auténtico, se alinea con las leyes superiores de la existencia. El Amor armoniza, ordena y eleva la mente. Es el puente que une al alma con su esencia divina. Nada puede florecer sin amor, así como ninguna semilla germina sin la luz.
LA PUREZA DEL CORAZÓN
Para experimentar el Amor en su sentido más profundo, es necesario purificar el corazón. Los resentimientos, los miedos y los celos nublan la percepción y distorsionan los vínculos. Amar implica renunciar al egoísmo, escuchar con atención, comprender sin juzgar. Un corazón puro no exige, no controla, no hiere; simplemente irradia su verdad. El sabio no ama con la emoción, sino con la conciencia.
SANA Y DESPIERTA
El Amor es medicina para el alma. Sana heridas antiguas, libera memorias dolorosas y despierta capacidades espirituales dormidas. Cuando amamos de manera consciente, permitimos que la vida circule sin resistencia. A través del Amor, el sufrimiento se transforma en aprendizaje, la soledad en entendimiento y el caos en serenidad. El Amor es la fuerza que ilumina incluso los aspectos más oscuros del ser.
El Amor no es algo que se recibe, sino algo que se cultiva. Es una práctica diaria, un acto de voluntad y de presencia.
Quien aprende a amar con sabiduría transforma su destino y se convierte en un faro para otros. El Amor es el sendero más corto hacia la libertad interior.
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