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Por Lengua larga
América Rangel, la autoproclamada abanderada de la “moral”, volvió a dar la nota —y no precisamente por su brillante trabajo legislativo. Resulta que hoy, tras unas falsas disculpas (de esas que huelen más a trámite que a arrepentimiento), los diputados de Morena abandonaron el pleno.
Y es que no fue un acto de voluntad: Rangel fue obligada por la autoridad a disculparse públicamente, luego de una denuncia en su contra por violencia y discurso de odio. Pero, fiel a su estilo, se negó a leer la disculpa en voz alta. Prefirió el silencio antes que reconocer el daño que ha hecho con sus palabras.
Porque hay que decirlo: América no quiere matrimonio igualitario, no quiere adopción homoparental, no quiere que las personas trans existan en paz, y por supuesto, está en contra del aborto. Pero eso sí, cuando está en campaña y toca puertas, no pregunta si la persona que abre es gay, lesbiana, trans, drag o simplemente alguien que quiere vivir sin que le digan cómo. Ahí, la moral se guarda en el bolso y lo único que pide —con sonrisa de misa de domingo— es el voto.
Qué curioso: la señora que dice defender a las “familias tradicionales” no tiene problema en recibir el apoyo de quienes no encajan en su molde moral. La congruencia parece ser una virtud reservada solo para los discursos, no para las acciones.
América, si tanto te gusta hablar de valores, empieza por el más básico: la coherencia. Porque no se puede pedir respeto con la mano derecha y firmar intolerancia con la izquierda.
En política, como en la vida, no hay nada más indecente que disfrazar la discriminación de convicción.
Y no, querida América: la doble moral no es de derecha.
La doble moral, simplemente, es tuya.