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Por Eduardo López Betancourt
Las vialidades de la ciudad de México son escasas, destacan el Viaducto, el Periférico y el circuito interior. Lo que menos ha preocupado es mejorar la infraestructura, lamentablemente la gran parte de la bella ciudad de México, ahora se observa vieja, sucia, mal oliente y llena de puestos semifijos, los cuales incrementan descaradamente; sin duda esto se debe a que genera un ingreso sustancial a diversidad de autoridades que les permite sin mayor prudencia el uso de banquetas, calles y hasta se da el caso que en varias de ellas sea imposible transitar y si se hace es con riesgo de que su ropa se vea afectada por la grasa y el humo de puestos de comida, donde la higiene es inexistente.
El caso que nos ocupa es el de los automóviles viejos, carentes de mantenimiento que, sin más, se quedan parados en distintas calles de la ciudad, afectando principalmente a las vías rápidas, estos vehículos obsoletos son auténticas “carcachas” sin mayor responsabilidad, se les permite circular, más aún, afectando el medio ambiente.
La ciudad de México, sin más se ha convertido en la “Tierra de nadie”, sin mayor prudencia se cometen todo tipo de abusos, las motocicletas se han convertido en un auténtico dolor de cabeza, conducidas sin casco, personas faltas de una capacitación y, sin conocimiento del reglamento de tránsito, convirtiéndose en una verdadera monserga, volviéndose un riesgo sistemático. Insistimos los autos varados y abandonados es la constante.
En conclusión, la capital, reclama un buen gobierno, con auténticos dirigentes, con un criterio amplio, con planes y proyectos de alto relieve. Nuestra urbe, es la de mayor importancia en toda América latina, por desgracia también es la más abandonada. Nos urgen hombres y mujeres a la altura del reto, de lo que implica poner un orden y por supuesto, auténticamente reconstruirla, porque hoy por hoy insistimos, la ciudad si no está destruida y abandonada, no falta mucho para ello.