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Por Pedro Linares Manuel
El fuego sagrado
En el simbolismo masónico, el fuego no es simplemente una fuerza material que transforma la materia, sino una energía espiritual que purifica, ilumina y renueva. El fuego sagrado representa la chispa divina que arde en el interior del ser humano, el poder de la conciencia que consume lo impuro y revela la esencia. Es el elemento que convierte el trabajo interior en un proceso de auténtica alquimia del espíritu.
El iniciado comprende que el fuego no destruye lo esencial, sino que transfigura. Así como el oro se separa de las impurezas en el crisol, el alma se depura en las pruebas de la vida. Cada dificultad, cada pérdida y cada error son oportunidades para despertar la llama interior y convertir la experiencia en sabiduría. Quien teme al fuego teme a su propio renacimiento.
El fuego sagrado también es símbolo de la pasión por la verdad, del impulso que eleva al ser humano más allá de la rutina y la apatía. Es la llama del amor universal, capaz de unir razón y compasión, mente y corazón, voluntad y servicio. En el templo interior, el fuego se mantiene vivo mediante la práctica de la virtud, el estudio constante y la entrega silenciosa al bien.
En la masonería, encender el fuego es despertar la conciencia. Mantenerlo es sostener la luz en medio de la oscuridad.
Quien logra dominar su fuego interior no lo utiliza para quemar, sino para iluminar. Es entonces cuando el iniciado se convierte en alquimista de sí mismo, transformando la materia de su carácter en oro espiritual.
Enseñanza final: El fuego sagrado arde en todo ser humano, pero solo el iniciado aprende a custodiarlo. No basta con encenderlo una vez; hay que alimentarlo cada día con verdad, amor y propósito. En esa llama eterna reside el misterio de la transformación interior.
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