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Por Gustavo Infante Cuevas
La última gran noche de boxeo del año no llega: detona. El 6 de diciembre, San Antonio será el epicentro de una función que no sólo promete golpes… promete historia. Isaac “Pitbull” Cruz vuelve a encabezar un PPV, ahora como campeón interino de las 140 libras, y se medirá ante un rival que no viene a cobrar cheque: Lamont Roach Jr., un boxeador técnico, frío, calculador, con la mesa lista para arruinarle la fiesta al mexicano. Estilos opuestos, choque garantizado.

Pero la carnicería no se queda en la estelar. La cartelera está cargada de oro mundial: Janibek Alimkhanuly y Erislandy Lara unifican los títulos de peso medio en una batalla entre precisión kazaja y maestría cubana. Y como si fuera poco, O’Shaquie Foster expone el cinturón superpluma del CMB frente a un Stephen Fulton hambriento de recuperar la gloria.

Esta no es una función para “ver si se pone buena”. Esta es una cartelera diseñada para que cada round cuente. Tres peleas de campeonato, tres historias distintas, pero la misma consecuencia: ninguno puede permitirse perder. Aquí no hay bolsa segura, reputación segura ni futuro asegurado. Cada uno llega con algo que defender… y algo más grande que ganar.

El boxeo cierra 2025 con pólvora en la mesa. San Antonio tendrá sangre, guantes y legado en juego. Y cuando suene la última campana, no serán las estadísticas ni los cintos lo que importe, sino quién dejó claro que todavía existe boxeo que se pelea con hambre, orgullo… y sin retroceder un paso.