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Por Juan R. Hernández
La Ciudad de México, como pocas urbes del mundo, respira en paradojas. Mientras por un lado el gobierno capitalino refuerza su compromiso con la protección ambiental y el orden urbano, por el otro, la dinámica social y económica late con la fuerza de las tradiciones, el comercio y las expresiones ciudadanas que la definen.
El reciente operativo interinstitucional en el paraje El Durazno, en La Magdalena Contreras, es una muestra del esfuerzo por detener las invasiones al suelo de conservación. Tres hectáreas fueron recuperadas y seis más protegidas mediante acciones de conservación, gracias al trabajo conjunto de dependencias encabezadas por la jefa de Gobierno Clara Brugada Molina. Es un mensaje claro: la ciudad no puede seguir creciendo sobre sus pulmones verdes.
Sin embargo, la otra cara de la capital se prepara para una fiesta que inyectará vida y economía: el Día de Muertos. La Canaco CDMX estima una derrama superior a 11 mil 400 millones de pesos, con un aumento del 4.2% respecto al año pasado. Restaurantes, hoteles, florerías y panaderías se alistan para recibir turistas y capitalinos que honrarán la memoria de sus seres queridos. Esta celebración, además de tradición, es un motor de desarrollo que refleja la resiliencia de una ciudad que nunca se detiene.
Y en el ámbito académico, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM vive su propio proceso de recuperación tras el retiro del paro estudiantil. Las autoridades realizan una evaluación del daño patrimonial y preparan la reparación del plantel. Se trata de reconstruir no solo muros, sino también confianza.
Así es la Ciudad de México: diversa, compleja, viva. Capaz de defender su territorio, celebrar su cultura y enfrentar sus crisis con la misma intensidad que la hace única.
