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Conductores y vecinos reclaman soluciones reales ante la anegación que mantiene afectado, desde hace más de un mes, el kilómetro 5 de la autopista
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
Lo que comenzó como una contingencia menor por lluvias se ha convertido en una pesadilla cotidiana para miles de automovilistas. El tramo del kilómetro 5 de la Autopista Lerma–Tenango del Valle continúa sumergido bajo el agua, sin que las autoridades logren restablecer la circulación normal.
Pese al paso de más de treinta días, la anegación persiste y el enojo crece entre vecinos y usuarios que acusan indiferencia institucional.
“Las máquinas llegaron tarde, cuando ya no quedaba duda del abandono. Solo vienen a posar para la foto, a fingir que trabajan cuando las redes se llenan de quejas”, lamentó don Roberto Hernández, conductor de transporte público que recorre la ruta a diario.
Asegura que los trabajos de bombeo y las cuadrillas desplegadas en los últimos días no han hecho más que remover el lodo, sin ofrecer una solución real.

Los tramos afectados presentan niveles de agua que superan el medio metro, obligando a los vehículos compactos a retroceder y a los camiones pesados a avanzar a ciegas entre baches ocultos. Las maniobras peligrosas, el tráfico lento y las fallas mecánicas se han vuelto parte del paisaje.
“Cada día perdemos tiempo y dinero, y el gobierno ni siquiera suspende el cobro de la caseta. Es una burla total”, reprochó la señora María de los Ángeles Silva, vecina de San Pedro Tultepec.
El peaje, que se mantiene en tarifa completa, se ha convertido en otro punto de indignación. Los automovilistas denuncian que pagan por circular en una vía rápida que hoy parece un canal de aguas negras. Mientras tanto, los encargados de la autopista atribuyen el problema al desbordamiento de las Ciénegas de Lerma y a las lluvias atípicas, aunque reconocen que el sistema de drenaje no ha sido rehabilitado desde hace años.
Vecinos y transportistas coinciden en que las autoridades reaccionaron solo cuando la presión pública creció.
Por ahora, la autopista sigue siendo un riesgo latente: una vía que debería conectar a la región con mayor rapidez, pero que hoy se ha transformado en símbolo del descuido y la desidia gubernamental.