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Por Eduardo López Betancourt
Es un territorio fascinante
El continente americano se pobló mediante diversas migraciones originadas en Asia. Todas las hipótesis sobre este fenómeno se sustentan en fundamentos científicos sólidos y respetables.
De la India procede una parte significativa de la población asentada en lo que hoy es México. Basta visitar ese país para constatar sorprendentes similitudes: costumbres, tono de piel y rasgos físicos que encuentran un reflejo extraordinario en comunidades rurales de Guerrero, Chiapas y Oaxaca.
Nuestra tradición gastronómica también tiene vínculos con aquella nación. El chile y diversas especias constituyen la base de la alimentación, complementada con guisos emblemáticos como el mole, abundante en condimentos y vegetales, además de dulces típicos y postres que forman parte de la riqueza culinaria compartida con el mundo. La sencillez al saludar, la serenidad y, en ocasiones, la indiferencia frente al conflicto, revelan un espíritu afín al del país más poblado del planeta.
Las festividades, la música, la danza y el folklore de nuestras comunidades encuentran eco en expresiones culturales de la India. Allí también se distingue la cordialidad y el calor humano, manifestados en la hospitalidad hacia los visitantes. No existe discriminación al extranjero: se recibe con afecto y trato igualitario, al igual que en México.
La India es un territorio fascinante, del cual aún tenemos mucho que aprender, sobre todo en lo filosófico y en su visión existencial. Primero: el ser humano es universal e inconfundiblemente superior dentro de la naturaleza. Segundo: su concepción cosmopolita, arraigada en las costumbres y en el respeto absoluto tanto a la religión como a la ideología.
Viajar a la India es reencontrarnos con nuestro México profundo.