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Por Ricardo Sevilla
A raíz de las catastróficas inundaciones en Tampico y Veracruz, y de los enormes daños ocasionados por desbordamientos de ríos y arroyos, hay voces que reclaman que ya no exista el Fonden.
Pero seamos claros: el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), creado en 1996 como la promesa de auxilio inmediato y reconstrucción tras catástrofes, operó durante décadas como una auténtica caja negra de recursos públicos.
Y no son ocurrencias. Los datos duros, provenientes principalmente de la Auditoría Superior de la Federación (ASF), revelaron que nunca fue un fondo de ayuda, sino sino un mecanismo de latrocinio institucionalizado con amparo gubernamental.
Lamentablemente, el Fonden estuvo en garras de los corruptos prianistas que se encargaron de establecer un patrón sistemático de opacidad, desvío de fondos y uso discrecional que se repitió a lo largo de varias administraciones y entidades federativas, convirtiendo la emergencia en una deleznable oportunidad de negocio para la corrupción.
¿Y sabe qué? El Fonden funcionó bajo la lógica del llamado “Capitalismo de Desastres”, donde la necesidad y el dolor de las poblaciones afectadas se transforman en la materia prima para la acumulación ilícita de élites políticas y sus contratistas.
¡Eso y no otra cosa era el Fonden que tanto extraña la derecha!
Y hay algo más: al no ejecutar las obras a tiempo o de manera inadecuada, las comunidades quedaban doblemente victimizadas: primero por el fenómeno natural y luego por la ineficacia y corrupción estatal, perpetuando círculos de pobreza y marginación.
Ahora mal, la corrupción en el Fonden no fue un “robo sin víctima,” sino un crimen social que impactó directamente la vida, la seguridad y el patrimonio de los más vulnerables.
Lo que no dicen en la derecha es que el control discrecional del fideicomiso les permitía la selección de proveedores exclusivos o “selectos”, lo cual elevaba artificialmente los costos (sobreprecios) y favorecía las redes de compadrazgo político-empresarial.
Y eso es precisamente lo que extrañan estos corruptos: el negocio de la tragedia.