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Diego y Jorge

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Por Eduardo López Betancourt

Diego Valadés y Jorge Carpizo, desde que se conocieron en 1974, se volvieron inseparables. No faltaron las habladurías, pero al final mantuvieron un binomio marcado por numerosos éxitos.

Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, sujeto vil que usurpó la Presidencia de la República (1988-1994), Carpizo recibió prácticamente todos los cargos posibles: fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde nombró a Diego como abogado general; Procurador General de la República; Secretario de Gobernación; Ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN); creador de la inútil y demagógica Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH); y embajador de México en Francia. Increíble-mente, ocupó seis cargos de gran relevancia bajo la protección del entonces mandatario.

Gracias a esa cercanía, Valadés también ascendió: fue Procurador de Justicia en la Ciudad de México y más tarde Procurador General de la República. En ese último puesto se le vin-culó con el magnicidio del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio, pues fue el autor de la absurda y ridícula teoría del “asesino solitario”, fabricada para encubrir un crimen de estado cuyo responsable, se sabe, fue el propio Salinas. Como premio a su lealtad, Carpizo lo impulsó para ministro de la SCJN, cargo del cual sería cesado por Ernesto Zedillo.

Tras la muerte de Carpizo, Valadés quedó sin respaldo político, aunque ello no le impidió seguir con una supuesta carrera de crítico jurídico. Eso sí, siempre con la condición de no recibir reconocimientos sustentados en una obra propia. Hoy se ostenta como crítico del sistema: nada le parece bien, todo lo juzga ineficiente. Surge la pregunta obligada: ¿por qué, cuando ocupó cargos de tanta relevancia, no aprovechó para ordenar y mejorar la justicia, en lugar de quedar envuelto en las sospechas del asesinato de Colosio?

Lo inaudito es que, sin obra literaria, Valadés haya sido aceptado como miembro de la Aca-demia Mexicana de la Lengua, cobre como exMinistro de la Corte, como integrante del Co-legio Nacional y, además, reciba generosas prebendas en la UNAM. Bien podría decir: “qué generoso fue conmigo Jorge, que sin haber estudiado en la UNAM soy investigador de esa Institución”.

Así es México.

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