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Por Ana María Vázquez
A 57 años de la masacre del 2 de octubre, es menester no olvidar un acto de violencia y represión máxima que vino del Estado Mexicano y del que jamás veremos a los responsables rendir cuentas. Gustavo Díaz Ordaz quien asumió públicamente la responsabilidad, murió en 1979, de cáncer de colon, rodeado de su familia y de las comodidades y bienes que, como primer mandatario y político amasó, y que, por supuesto, heredó a sus hijos; Luis Echeverría, otro de los responsables y, para mí, el principal responsable del 2 de octubre y del llamado “Halconazo” murió a los 100 años.
Artífice de la llamada “guerra sucia” y de una de las mayores represiones que ha padecido el país, fue juzgado y sentenciado en un acto de “falsa justicia”, usada más como distractor que buscando una verdadera reparación por el daño moral y social de la que muchos mexicanos fueron víctimas, a los 84 años fue condenado en 2006 y sentenciado a arresto domiciliario, para ser exonerado 3 años después en 2009 cuando tenía 87, por “falta de pruebas”. Cabe mencionar que fue, curiosamente, el año del fraude que llevó a otro asesino al poder: Felipe Calderón.
La lista de masacres e injusticias es larga y dolorosa: Inauguración de los asesinatos políticos (1988-1994) gobierno de Carlos Salinas; Aguas Blancas (1995) y Acteal (1997) gobierno de Zedillo; Atenco (2006) gobierno de Vicente Fox; “Guerra contra las drogas” (2006-2012), El Bosque (2008) gobierno de Calderón; El Charco, Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingan, Tanhuato, Ecuandureo, Calera, Ostula, Nochistlán (2014 a 2016) gobierno de Enrique Peña, responsable al menos, de las diez masacres aquí mencionadas..
Nuestro México ha sido un recuento eterno de muchos 2 de octubre, sin que ninguno de los responsables haya sido realmente juzgado; exmandatarios vivos o muertos, gozando lo robado, lo despojado, lo asesinado, lo rematado a extranjeros en detrimento de los locales. Nada, ni una denuncia o carpeta de investigación; al parecer se espera que el “karma” les cobre porque mientras la “nación se lo demanda”, las cuentas de las injusticias se siguen acumulando con gobernadores omisos como lo fue Alfaro en Jalisco que maquillaba las cifras, o Rocha Moya en Sinaloa, rebasado e incapaz de pacificar y hacer justicia en Sinaloa. Será tal vez la “justicia divina” porque otra, no existe.