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- Viejo priismo, terrenos incautados y reflexiones íntimas
- Refuerza la extinción de dominio, exige pruebas antes de juzgar
- Marca distancia con el fantasma autoritario que le achacan los adversarios
Juan R. Hernández
Ciudad de México.- Un año después de haber asumido la Presidencia, Claudia Sheinbaum amaneció en su escenario favorito: el Salón Tesorería de Palacio Nacional. Rodeada de aplausos, flores verbales y uno que otro reproche disfrazado de pregunta, celebró el primer aniversario de su gobierno y de “La Mañanera del Pueblo”, espacio que, dijo entre risas, también le ha enseñado a extrañar más a su familia y a su nieto. “Gracias por aguantar”, bromeó al dirigirse a los periodistas que la acompañan todos los días.
La atmósfera fue de fiesta, pero no exenta de tensiones. Tras las felicitaciones, un reportero monopolizó el micrófono con nueve preguntas: Adán Augusto y su desgaste en Morena, los terrenos incautados a cercanos a Alito Moreno, la reforma electoral. La presidenta se movió entre la evasiva elegante y la ironía política: “Están acostumbrados al viejo priismo, al dedazo, a que el presidente decida todo… así no”.
En su estilo, insistió en que “tiene que haber pruebas” antes de juzgar a cualquier figura, incluido el exsecretario de Seguridad tabasqueño hoy preso y las sombras que se proyectan sobre Adán Augusto. “Yo soy democrática”, repitió, marcando distancia con el fantasma del autoritarismo que le atribuyen los opositores.
Gracias por este primer año que hemos caminado juntas y juntos en el segundo piso de la Cuarta Transformación. pic.twitter.com/eNQp2vpDmq
— Claudia Sheinbaum Pardo (@Claudiashein) October 1, 2025
No faltaron anuncios: reforzar la extinción de dominio para que propiedades ligadas a corrupción terminen en escuelas y universidades. Ahí el nombre de Alito Moreno apareció como símbolo de un priismo que, aseguró, sigue encadenado a la riqueza mal habida.
El salón, lleno de gobernadoras y alcaldes del Valle de México, tuvo su momento de anécdota involuntaria cuando a la presidenta se le borró de la memoria el apellido de la alcaldesa de Tláhuac: “Berenice… ¿cómo se apellida?”. El lapsus arrancó sonrisas y algún murmullo burlón en primera fila.
Así, entre reflexiones íntimas, felicitaciones políticas, bromas improvisadas y el inevitable asedio de los cuestionamientos, Sheinbaum cumplió su primer año de gobierno: con una mañanera que, fiel a su estilo, combina la solemnidad del poder con los tropiezos humanos de quien, por ahora, marca el rumbo del país.
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