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Realidades y hundimientos

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Por Juan R. Hernández

Se le hunde la alcaldía y se le hunde el gobierno. Mal y de malas para Aleida Alavez, quien vuela alto y no aterriza su gobierno; pero hoy se enfrenta a una pesadilla política: la unidad Vicente Guerrero, en Iztapalapa, literalmente la corrió a gritos y lodazos tras las inundaciones que superaron el metro de altura. Los vecinos, que perdieron muebles, electrodomésticos y hasta la paciencia, no le perdonaron que llegara solo a tomarse la foto. Más de 300 viviendas dañadas y un mensaje demoledor: el seguro para hogares no aplicará. No hay encuadre de campaña que alcance cuando la realidad te arrastra.

En contraste, otro escenario se abre en la vida pública de la capital: la elección interna en el Tribunal Superior de Justicia de la CDMX. La sucesión de Rafael Guerra no solo despierta expectativas jurídicas, también plantea un dilema político y de género: ¿es tiempo de mujeres?

Los nombres en la contienda se acumulan: Francisco José Huber Olea Contró, magistrado de la Sexta Sala Civil; Rosalba Guerrero Rodríguez, de la Quinta Sala Civil; y, sobre todo, la doctora Margarita Guerrero Rodríguez, una figura con más de cuatro décadas en el derecho civil, que de llegar al cargo rompería una inercia de más de 40 años de predominio masculino. Apenas sería la segunda mujer en presidir el máximo órgano de justicia capitalino.

Su proyecto no es un simple discurso: fortalecer derechos humanos, priorizar a grupos vulnerables, impulsar la igualdad de género y erradicar la discriminación. Palabras que en un tribunal suelen sonar a retórica, pero que hoy, en un entorno de desconfianza hacia la justicia, adquieren la fuerza de un manifiesto.

A la contienda se suma Celia Marín Sasaki, quien también levanta la mano bajo la consigna de que “es tiempo de mujeres”. Y quizá lo sea. Porque más allá de nombres y trayectorias, esta elección podría convertirse en un parteaguas simbólico: la oportunidad de demostrar que la justicia capitalina no solo se dicta en estrados, sino también en la capacidad de escuchar y responder a quienes menos voz tienen.

La moneda está en el aire.

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