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El choque de un tren contra un autobús en Atlacomulco y la explosión de una pipa de gas en Iztapalapa elevaron a el número de personas fallecidas del estado
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
Septiembre se mantiene con un saldo luctuoso que enluta a decenas de familias mexiquenses. Las dos tragedias que marcaron el mes, el choque entre un tren y un autobús en Atlacomulco y la explosión de una pipa de gas LP en el puente de La Concordia, Iztapalapa, han cobrado ya la vida de 18 personas, de acuerdo con el balance más reciente de la Secretaría de Salud del Estado de México.
Macarena Montoya Olvera, titular de la dependencia, confirmó que el accidente ferroviario del 8 de septiembre dejó 10 muertos (siete mujeres y tres hombres) y 57 lesionados. De estos últimos, 53 fueron dados de alta, mientras que cuatro continúan hospitalizados; uno de ellos se reporta en estado crítico.
En cuanto a la explosión de la pipa de gas, ocurrida días después en los límites con la capital del país, Montoya precisó que de los 24 mexiquenses atendidos, siete recibieron alta médica, ocho fallecieron y nueve permanecen en hospitales bajo observación, varios con quemaduras graves que requieren tratamientos prolongados.
Las imágenes de ambos hechos aún conmueven a la opinión pública: el autobús destrozado en Atlacomulco y las columnas de fuego y humo que envolvieron a la Concordia se han convertido en símbolos de dolor e indignación.
Los testimonios vecinales reflejan ese sentimiento. “Es devastador, aquí perdimos a familiares y amigos. Todo por negligencia y falta de medidas viales. Exigimos justicia”, lamentó Juan Pérez, habitante de Atlacomulco. En tanto, Marta López, familiar de una de las víctimas de la explosión, fue contundente: “Las autoridades deben prevenir, no solo dar cifras de muertos. Esto se pudo evitar con controles adecuados al transporte de gas”.
Como parte de la atención a las víctimas, la Secretaría de Salud anunció que el Banco de Tejidos del Estado de México destinará gratuitamente materiales biológicos para apoyar la recuperación de los heridos. Se trata de 10 mil centímetros cuadrados de tejido amniótico, así como piel, hueso y tendones que serán empleados en injertos para la regeneración de quemaduras.
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