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Por Ana María Vázquez
No ha pasado un año desde la elección en la que por primera vez una mujer fue investida con el máximo cargo, el de titular de la Presidencia de la República. “Lo que no se nombra, no existe”, pintó raya desde el principio en un país profundamente machista y en el que su mandato, desde el minuto cero, ha sido examinado con lupa primero por ser mujer, y segundo por llevar el encargo, por elección popular, del Segundo Piso de la Cuarta Transformación. Y la oposición (la pequeña oposición estruendosa, pero sin proyecto), gritaba que se “desmarcara” de Andrés Manuel, su antecesor y maestro, en plena contradicción al motivo fundamental por el que había sido electa, por su lema “Continuidad con cambio”.
Poco a poco ha ido cerrando bocas y ganándose la admiración no solamente de los simpatizantes, sino de los no simpatizantes al obradorismo, que han visto en pocos meses el trabajo arduo de una mujer que no se ha achicado ante la adversidad ni las presiones internacionales, en particular de Donald Trump.
Su participación en el G20 como invitada especial del presidente de Brasil, Luis Ernesto Lula Da Silva, en un evento en el que el 85% de sus miembros representan a las 19 economías más importantes del mundo dio lustre a nuestro país, contrario a otros mandatarios que, tristemente, daban vergüenza.
“Cabeza fría” en un mundo en el que muchos mandatarios la pierden; economía estable, no obstante las presiones de Estados Unidos y el lema “cooperación sí, subordinación, no” ha defendido tenazmente nuestra soberanía
Hoy, por primera vez en la historia de nuestro país, una mujer dará el tradicional grito de independencia, los “vivas” y tocará la campana mientras hace ondear nuestra bandera. No es menor que una mujer nos represente y nos enorgullezca al decir “llegamos todas” en un país de libertades, en medio de un mundo plagado de represión y con un inédito 71% de aprobación.
Por primera vez, el grito de una mujer: madre, esposa, abuela, ama de casa y, sobre todo, presidentA (con A), y será interesante e histórico escuchar esa primera arenga desde el balcón de Palacio Nacional. ¡Viva, viva México!