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Por Eduardo López Betancourt
Se ha hablado mucho del sainete ocurrido en la Cámara de Senadores: la vulgaridad en todo su esplendor, con el “rudo” petista Noroña frente al no menos mañoso “Alito”. No se esperaba menos de ellos; ofrecieron una muestra clara de su falta de valores, de ética y del respeto que debe guardar una institución tan importante.
A diferencia de lo sucedido en el Senado, en la Cámara de Diputados se vivió un acto de gran sensibilidad. El destacado político Ricardo Monreal Ávila, con una trayectoria respetable, mostró que la prudencia, el diálogo y las buenas maneras son la mejor forma de conducir los trabajos legislativos. En tiempos difíciles, cuando las pasiones se desbordan y la violencia amenaza, con oficio político el diputado Monreal, Presidente de la JUCOPO (Junta de Coordinación Política), entendió que alternar el poder es esencial.
En apego a los lineamientos, se designó como Presidenta de la Cámara de Diputados a la panista Kenia López Rabadán, a quien sin duda le es bien merecido el encargo. Cuenta con experiencia, talento y raíces dignas de reconocimiento. En efecto, es nieta de una extraordinaria luchadora social, la guerrerense Macrina Rabadán Santana, una de las primeras mujeres en ocupar un escaño en la Cámara.
Monreal demostró que, aun con ideologías diversas, el respeto y la congruencia son valores fundamentales. Conviene precisar que la experiencia también es un factor clave: el zacatecano ha sido, en más de cinco ocasiones, tanto senador como diputado, y esa trayectoria ha sido complemento para el éxito alcanzado. La Cámara de Diputados mostró, con gran diferencia respecto a la de Senadores, un ejemplo de civilidad y consideración institucional.
Respetable binomio el conformado por el morenista Ricardo Monreal y Kenia López Rabadán. Queda claro que la pericia, el trato digno y el respeto ideológico son la base para avanzar en nuestra aún incipiente democracia.
