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Por Eduardo López Betancourt
Un nuevo frente se abrió recientemente: Israel bombardeó la capital de Yemen, Saná. En particular, fueron atacadas las plantas de energía de Asar e Hizaz, consideradas por el ejército israelí como centros de suministro eléctrico destinados a fines militares. Las explosiones ocasionaron graves afectaciones y, como casi siempre, la población civil resultó la más perjudicada.
El gobierno israelí justificó la ofensiva señalando que los rebeldes hutíes, respaldados por Irán, habrían lanzado ataques en su contra. Sin embargo, aun si esas acciones fueran ciertas, la respuesta de Israel recae de manera desproporcionada sobre una sociedad indefensa.
En definitiva, parece que Israel no cesará en sus conflictos con los países vecinos. Esto genera una situación alarmante en la que ni los organismos internacionales ni la comunidad de naciones han logrado contener sus embestidas. Aunque se argumenta que actúa en legítima defensa, lo evidente es que sus operaciones militares terminan golpeando a civiles inocentes.
El Derecho Internacional establece normas precisas para la conducción de la guerra, en especial la obligación de proteger a la sociedad civil. No obstante, lo sucedido en Palestina, y ahora en Yemen, confirma un recrudecimiento de la violencia contra personas ajenas a los conflictos estatales. Israel insiste en que sus adversarios no son Estados constituidos, sino facciones rebeldes, como Hamás en Gaza y los hutíes en territorio yemení.
Urge una solución contundente que frene, por un lado, las agresiones contra Israel, pero sobre todo que detenga el hostigamiento a la población civil. Lo ocurrido en Gaza no tiene precedente y ha mermado gravemente la autoridad moral del Estado israelí. Lamentablemente, Yemen aparece ahora como el nuevo escenario de un conflicto en el que los mecanismos internacionales vuelven a mostrarse ineficaces.
Cabe subrayar que Estados Unidos, y en particular el gobierno de Donald Trump, desempeña un papel determinante, ya que el respaldo económico y sobre todo militar que otorga a Israel resulta decisivo para la continuidad de estas operaciones.
