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Gobernar para todos

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Por Eduardo López Betancourt

LA BASE DE UN BUEN GOBIERNO

-Después de un proceso electoral, ya sea competido o no, resulta indispensable que el gobernante en turno tenga presente que debe gobernar para todos, incluso para quienes no votaron por él. Esa es la base de un buen gobierno; de lo contrario, corre el riesgo de volverse faccioso, contradictorio e incluso dictatorial.
Un gobernante jamás debe dirigirse a los ciudadanos con expresiones como: “para que se frieguen” o “para que se amuelen”. La descalificación a la ciudadanía constituye la conducta más negativa de quien tiene la enorme responsabilidad de conducir a un País hacia metas de éxito. El hombre de Estado se distingue, ante todo, por el respeto a la opinión ajena y nunca debe descalificar ni ofender.

En la historia de México hemos tenido gobernantes que, desde la tribuna presidencial, aprovecharon su posición para insultar o poner en riesgo a quienes no coincidían con su pensamiento. Hubo casos en los que, siendo Jefe de Estado, señalaban con nombre y apellido a quienes consideraban sus enemigos. Tal circunstancia, ventajosa para ellos, tenía consecuencias funestas: los aludidos quedaban expuestos a la fuerza del Estado y eran víctimas de persecuciones penales o fiscales.

Estas conductas deben evitarse bajo cualquier circunstancia. Quien dirige a una Nación no debe adelantar juicios sobre hechos o personas sin contar con elementos suficientes; menos aún, dar por ciertos delitos o situaciones sin pruebas. El hombre de Estado está obligado a la discreción, porque su misión principal es la unidad de su pueblo: gobernar para todos, con generosidad y espíritu incluyente.

El ideal de cada País es contar con un dirigente íntegro, capaz de atender los problemas que afectan tanto a las mayorías como a las minorías, e incluso a los individuos. Cuando surge un gobernante con esas características, incluyente y positivo, se convierte en un verdadero “garbanzo de a libra” que el pueblo nunca quiere perder. El mundo necesita líderes así: estadistas responsables, no personajes obcecados, autoritarios o perniciosos.

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