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Robos en autopistas

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Por Eduardo López Betancourt

Ya se ha vuelto costumbre que los asaltos en las carreteras estén a la orden del día. En ellas se observan patrullas de diversas corporaciones, Guardia Nacional, Ejército Mexicano, Marina, entre otras, y aun así tanto particulares como camiones de carga continúan siendo víctimas de pandillas que, lejos de ser controladas, parecen multiplicarse.

A ello debe sumarse el mal estado de las vías de comunicación, administradas por Caminos y Puentes Federales (CAPUFE). A pesar de cobrar elevadas cuotas de peaje, los tramos están sistemáticamente en reparación, muchas veces innecesaria, lo que reduce la circulación a un solo carril. El automovilista que se topa con un transporte pesado avanzando a vuelta de rueda puede pasar largos minutos desesperado.

Un caso concreto es la llamada Autopista del Sol, ejemplo patético de una obra mal planeada y peor ejecutada, donde quedó evidente el latrocinio ocurrido durante el gobierno de Carlos Salinas. Un trayecto que debería recorrerse en tres horas y media suele tardar cinco o más, mientras las cuotas continúan incrementándose sin justificación.

Más grave aún son los abusos de CAPUFE o de sus propios empleados quienes han convertido el cobro en un descarado negocio. El automovilista, transporte de carga o autobús que adquiere con cuidado el sistema de prepago TAG, al llegar a la caseta de La Venta, cercana a Acapulco, con frecuencia encuentra la leyenda “TAG inválido”. Entonces lo obligan a pagar en efectivo. Así, se realizan dos cobros: el del TAG y el del dinero en mano.

Todo apunta a un fraude deliberado, ya que los empleados alteran las máquinas para mostrar dicho error. Si el usuario pretende protestar, de inmediato aparece la Policía Federal, que en lugar de apoyar al afectado le hace pasar un mal rato. En esa caseta, concretamente, se señala la actuación del comandante Javier Herrera, quien incumple con su deber y, en caso de reclamo, llega incluso a revisar pertenencias sin respeto alguno.

El panorama es claro: cuando no son las pandillas quienes despojan a los viajeros, son los propios empleados y autoridades los que convierten la travesía en un calvario.

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