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Aranceles al Jitomate

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Por Eduardo López Betancourt

Una vez más, el Presidente Donald Trump ha tomado una decisión desmedida y desconsiderada hacia México: la imposición de un arancel superior al 17% sobre el jitomate mexicano. Esta medida no es nueva en su estilo confrontativo, pero sí resulta preocupante por el impacto que tendrá tanto en los productores mexicanos como en los consumidores estadounidenses.

Desde hace años, los agricultores de Florida han manifestado su inconformidad ante la preferencia que tienen los consumidores norteamericanos por los productos agrícolas mexicanos. Alegan una supuesta “competencia desleal”, aunque lo cierto es que nuestros productos como el aguacate, la calabaza y, en particular, el jitomate goza de una calidad reconocida y una demanda constante en los mercados de Estados Unidos.

Ante esta agresión comercial, la Presidenta de México ha respondido con firmeza, anunciando un programa especial de apoyo para los productores de jitomate con el fin de mitigar los efectos económicos que esta medida podría generar en el campo mexicano.

Cabe destacar que la decisión de Trump no solo perjudica a los productores mexicanos, sino también a los consumidores estadounidenses, quienes inevitablemente enfrentarán un aumento en el precio de estos productos. La economía no funciona en aislamiento: cuando se impone un arancel, el costo se transfiere al mercado.

Además, esta decisión va en contra de los acuerdos comerciales establecidos entre México y Estados Unidos, que buscan evitar la imposición de cuotas compensatorias injustificadas. Hasta ahora, se había mantenido un equilibrio razonable, basado en el reconocimiento de la calidad y competitividad de los productos mexicanos.

La medida no es un simple gesto comercial: es una expresión más de la política hostil que Trump ha mantenido durante sus mandatos hacia México. No se trata solo de amenazas retóricas, sino de acciones concretas que han causado daños en distintos ámbitos, desde el comercio hasta la diplomacia.

Es hora de que México asuma una postura más firme ante este tipo de agresiones sistemáticas. No podemos seguir tolerando decisiones unilaterales que afectan a nuestra economía y a nuestra soberanía comercial.

Urge, por tanto, una defensa coordinada de nuestros productos agrícolas, una estrategia diplomática sólida y una postura que, más allá del asistencialismo, garantice condiciones justas para nuestros productores y rechace los abusos del vecino del norte.

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