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En la Ciudad de México, el número de personas en situación de prostitución en vía pública pasó de 7 mil 500 antes de la pandemia a más de 15 mil 200 en 2020
Por Juan R. Hernández
Grupo Cantón
Ciudad de México.- En México, más de 800 mil personas ejercen el trabajo sexual, de acuerdo con cifras del INEGI de 2018, y tan solo en la Ciudad de México, el número de personas en situación de prostitución en vía pública pasó de 7 mil 500 antes de la pandemia a más de 15,200 en 2020, lo que refleja un crecimiento alarmante. Sin embargo, para Elvira Madrid Romero, presidenta de la organización Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”, el fenómeno va más allá del trabajo sexual voluntario: al menos 25% de estas personas son víctimas de trata, especialmente mujeres jóvenes y menores de edad, muchas de ellas explotadas en bares, cantinas y table dance.

“El trabajo sexual no es trata de personas. Es una actividad laboral que debe tener derechos y garantías. Pero la trata sí es un crimen, y ocurre con total impunidad, especialmente en espacios cerrados donde sí hay patrón, y donde no se respetan derechos laborales”, afirmó Madrid Romero.
Con más de tres décadas de lucha por los derechos de trabajadoras sexuales, la activista destacó que en bares y centros nocturnos muchas mujeres trabajan sin contrato, seguridad social, ni prestaciones, a pesar de que generan grandes ingresos para los establecimientos. “Ganamos en 2013 que el trabajo sexual en vía pública se reconociera como no asalariado, porque ahí cada mujer es su propia patrona. Pero en los negocios cerrados debe haber reconocimiento como trabajo asalariado, con todos los beneficios de ley.”

*Cuauhtémoc y Xochimilco: focos rojos de trata*
De acuerdo con Madrid Romero, las alcaldías Cuauhtémoc y Xochimilco concentran más del 30% de los casos de trata en la capital, seguidas de Venustiano Carranza y Benito Juárez. “En Cuauhtémoc opera ya el crimen organizado internacional, como el Tren de Aragua, colombianos y ecuatorianos. En Xochimilco, las chinampas sirven como puntos de captación y retención de menores para explotación sexual, aprovechando su perfil turístico”, denunció.
En Xochimilco se han detectado al menos 500 puntos de riesgo ligados a esta problemática, donde menores de edad son enganchadas por redes criminales que las explotan bajo la fachada de bares o casas de citas.
“La complicidad institucional es brutal. Hemos denunciado ante ministerios públicos y el mismo día llegan amenazas. Hay casos donde solo el MP conocía los nombres y detalles, y luego aparece la foto de la víctima en la calle o la amenaza directa a nuestra organización”, reveló.

*Impunidad y simulación*
Desde la promulgación de la Ley General para Prevenir, Sancionar y Erradicar los Delitos en Materia de Trata (2012), muchas autoridades han optado por cerrar establecimientos y perseguir el trabajo sexual, sin diferenciar entre trata y trabajo voluntario.
“Con esa ley se desató una cacería. No se diferencia entre una mujer que trabaja por decisión y otra que es esclavizada. Lo que necesitamos es voluntad para proteger a las víctimas reales y dejar de criminalizar a quienes eligieron ese camino”, afirma Madrid.
*El llamado: derechos, educación y prevención*
La presidenta de Brigada Callejera hizo un llamado a la sociedad para dejar de juzgar y comenzar a comprender. “Muchas mujeres que ejercen el trabajo sexual son madres solteras, sostienen a sus familias y no tienen otra opción. La solución no es perseguirlas, sino garantizar su seguridad y derechos.”
Concluyó que la verdadera prevención de la trata comienza en casa: “Debemos educar a las niñas en autonomía y a no depender de nadie para sobrevivir. Mientras no haya oportunidades reales, la trata seguirá creciendo. Y mientras el gobierno no actúe, seguirá siendo cómplice.”
*¿Qué hacer?*
Madrid Romero es clara: el Estado debe diferenciar entre trabajo sexual y trata, reconocer derechos laborales a quienes ejercen el trabajo sexual en establecimientos, investigar redes criminales reales y dejar de criminalizar a las mujeres que buscan sobrevivir.
“Muchas son madres solteras, sostienen a sus hijos, a sus padres, a familiares con discapacidad. ¿Quiénes somos para juzgarlas? En vez de estigmatizar, hay que garantizar derechos y educar a nuestras niñas para que sean autónomas y menos vulnerables al engaño”, concluye.
Mientras la explotación y la violencia persistan en las sombras, el silencio y la indiferencia también serán cómplices.
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