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Por Juan R. Hernández
En días recientes, una ciudadana argentina identificada como Ximena Pichel fue grabada insultando a un oficial de policía por el color de su piel. El video se viralizó y la convirtió en la tristemente célebre “Lady Racista”. Aunque después envió una carta de disculpa, poco sirvió, pues reincidió en sus agresiones al insultar a otro trabajador de seguridad. Este comportamiento no es un caso aislado, es reflejo de un racismo cotidiano que sigue vivo en México, muchas veces solapado por el silencio, la omisión o el clasismo disfrazado de “normalidad”.
Frente a este panorama, la diputada del PVEM, Rebeca Peralta León, propuso una reforma a la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación que busca tipificar como actos discriminatorios el uso de frases o expresiones que aludan negativamente al tono de piel. Además, sugiere que el CONAPRED brinde atención específica a personas afromexicanas y afrodescendientes que sean víctimas de estos agravios.
Hay expresiones comunes que, aunque muchos las consideran “inofensivas”, cargan siglos de prejuicio: “mejorar la raza”, “prieto pero bonito”, “trabajo de negros”. Son frases que perpetúan estigmas, refuerzan el desprecio y dañan la dignidad de millones.
El racismo no se combate con silencio ni con frases huecas sobre “tolerancia”, sino con leyes, políticas públicas y acciones concretas. Más de 3.1 millones de personas afrodescendientes viven en México, según el INEGI, y merecen respeto, visibilidad y justicia.
En paralelo, el Congreso capitalino ofreció el curso “No Discriminación e Inclusión de la Diversidad Sexual”, donde la diputada Juana María Juárez López (MORENA) enfatizó que los derechos humanos no son negociables. A pesar de los avances, las personas LGBTTTI+ siguen enfrentando exclusión, violencia y estigmatización. Por eso, dijo, es deber de los legisladores construir espacios seguros e incluyentes.
La diversidad en todas sus formas —de origen, de piel, de identidad— es parte esencial de nuestra humanidad. No hay excusa para seguir permitiendo la discriminación como si fuera costumbre. No lo es. Y como sociedad, debemos dejar de callar y empezar a sancionar.
