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Pancho Villa y los toros

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Por Eduardo López Betancourt

Condenados a la extinción 

Recientemente, el médico veterinario, el Dr. Luis Fernando Liera Gutiérrez, me compartió un hecho sumamente relevante en torno a la Fiesta Brava, la cual, como bien sabemos, ha sido objeto de múltiples descalificaciones que atentan no solo contra la libertad, sino también contra la subsistencia de una de las criaturas más majestuosas de la creación: el toro de Lidia.

El Dr. Liera, al analizar la vida de Pancho Villa (basándose en las biografías narrativas de Paco Ignacio Taibo II) descubrió que el emblemático guerrillero organizó un festejo taurino con el propósito de ayudar a viudas e hijas de revolucionarios. También se señala que Villa era aficionado a la crianza de gallos de pelea, una especie que, al igual que el toro bravo, enfrenta hoy el riesgo de desaparecer.

Sin corridas, el toro bravo está condenado a la extinción. Lo mismo puede decirse del gallo de pelea, animal gallardo y espectacular que, de no preservarse su tradición, quedará relegado únicamente al ámbito anecdótico.

El Dr. Liera, respetado profesional zoosanitario, sostiene que los grandes hombres han mostrado respeto por la Tauromaquia y las actividades del palenque. No olvidemos que el propio Miguel Hidalgo y Costilla fue poseedor de una ganadería de toros bravos. Sería interminable enumerar la cantidad de personajes ilustres que han admirado y se han rendido ante la belleza y el arte que representa una corrida de toros, al igual que ante la intensidad de un encuentro gallístico.

Atentar contra estos valores culturales profundamente arraigados constituye una necedad. Es verdaderamente preocupante que estemos a punto de perder la majestuosidad del toro de lidia y la extraordinaria gallardía del gallo de pelea.

La prudencia y la reflexión deben imponerse.

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