204 lecturas
Por Ricardo Sevilla
Yasmín Esquivel ha aceptado ser entrevistada, en tres ocasiones y distintos espacios por este columnista.
A diferencia de Loretta Ortiz Ahlf o Paula García Villegas, que no han respondido a ninguno de mis peticiones para entrevistarlas, Esquivel se ha mostrado frontal, directa y sin rehuir a ninguno de mis cuestionamientos.
Y le digo más: nuestras entrevistas, por ser yo un periodista indócil y de datos duros, no han sido mil sobre hojuelas. Ni un día de campo.
No en pocas ocasiones, hemos controvertido con vehemencia. Y justo sería reconocer que esta candidata a ministra de la Suprema Corte de Justicia, ha mostrado que tiene carácter y un fuerte temperamento.
Y eso lo valoro. Le digo por qué: porque esa demostración de seguridad y convicción permite evaluar su temple y capacidad de reacción bajo presión.
Desde mi punto de vista, una respuesta directa y firme, como las que me ha dado Esquivel, revela que tiene claridad en sus ideas, conoce a fondo los temas y confía en sus argumentos. Y eso me parece sustancial.
Le explico: a diferencia de otros candidatos con los que he conversado en estos días, Esquivel Mossa ha afrontado cada cuestionamiento con transparencia y apertura.
El hecho no es menor si tomamos en cuenta que afrontar preguntas duras y directas, sin andarse por las ramas, indica que la entrevistada no tiene nada que ocultar y está dispuesto a someterse al escrutinio público.
Y esta apertura es fundamental para construir una relación de confianza con la ciudadanía. Y con los medios de comunicación alternativos, donde no duda en acudir.
A Esquivel, que fue la primer ministra nombrada por López Obrador, le gusta hablar duro y directo, piensa que “es tiempo de equilibrar la balanza, de abrir paso a más mujeres en los espacios de decisión”.
Y ése es otro de los elementos que, ante mis ojos, la hacen una opción atractiva, no solo para volver a ser ministra, sino, incluso, para presidir la Corte.