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Por Eduardo López Betancourt
La labor policíaca es fundamental para mantener la tranquilidad y la seguridad en la sociedad. Los policías deberían estar entrenados para proteger a los ciudadanos y prevenir la delincuencia, sin embargo, en algunos casos, los uniformados cometen actos de latrocinio y abuso de poder. Debemos destacar que la labor policíaca debe ser realizada con integridad, transparencia y respeto a los Derechos Humanos. Los policías deben ser capacitados para tratar a la población con dignidad y abordar la delincuencia de manera efectiva y justa.
Por otro lado, los ladrones son personas que se dedican a apoderarse de bienes ajenos, poniendo en riesgo su propia vida y la de los demás. Aunque la delincuencia es un problema complejo que requiere una solución integral, es importante reconocer que los ladrones también son seres humanos que pueden tener motivaciones y circunstancias que los llevan a cometer delitos, por lo que es necesario analizar las causas subyacentes, como la pobreza, la falta de oportunidades y la desigualdad social, para así, implementar políticas y programas que apoyen a las personas en situación de vulnerabilidad y que promuevan la inclusión social y económica.
Por supuesto, entendemos que hay corrientes que pretenden justificar que el delincuente actúa por razones y presiones sociales, tal y como se ha expuesto, pero al final, lo cierto es que los seres humanos mantenemos una postura definida en lo que se llama el libre albedrío, o sea, que a pesar de las circunstancias el delincuente puede superar las mismas y evitar cometer actos ilícitos.
Respecto a la policía, hemos formulado un planteamiento teórico, pero en la práctica, sucede que hay agentes deshonestos, circunstancia que no es excepcional, se ha vuelto cotidiana, al extremo de que la sociedad teme tanto al ladrón, como al uniformado. Al final, de quien debemos cuidarnos, de la policía o de los ladrones.