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Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
Sus 327 hectáreas, largos pasillos, bodegas, zonas de carga y descarga, así como una población flotante diaria superior a 500 mil personas hacen de la Central de Abasto un verdadero desafío en cuanto a vigilancia.
En el mercado más grande de América Latina —comparado en operación con el Rungis de París o el Gran Bazar de Estambul— están identificadas dos tipos de delincuencia, la destinada al robo y la de extorsionadores.
No se niega ni se oculta. En ese reconocimiento radica la oportunidad de perseguir a los delincuentes y garantizar seguridad a visitantes y locatarios.
Este jueves al recorrer sus pasillos con comerciantes, la coordinadora general de la Ceda, Mónica Pacheco; el presidente de la Uncofyl, Salomón Bernal, y el secretario de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez, pudimos constatar la disposición para recuperar y consolidar el orden y seguridad.
En ese microcosmos, la tecnología se vuelve aliada indispensable. Desde el C2 —uno de los siete en operación en la CDMX—, dirigido por el oficial Erik Aguilar y donde colabora el agente Fernando Ramos, se opera la videovigilancia a través de 631 cámaras.
Hay voluntad para combatir las extorsiones, de las cual el 2 por ciento son presenciales. La Línea Antiextorsión 55 5036 3301, creada por instrucción de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, representa una herramienta útil para la denuncia anónima.
El 80 por ciento de los casi mil 600 reportes atendidos desde noviembre son tentativas extorsivas. Ante una llamada por un delito en proceso se activa un protocolo de atención y se coordina con la SSC el envío de unidades policiales.
En la Ceda el esfuerzo por confrontar a los delincuentes es reconocido. El ingeniero agrícola Salomón Bernal y comerciantes lo hicieron al regalar piñas por la seguridad recuperada, que dejó de ser, como ocurría en 2018, pura piña.
