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Por Sabina Berman
De la carretera desvío el automóvil a un camino de arena clara, flanqueado de laureles de la India. Árboles gigantescos, que abren sus frondas al cielo. Y me estaciono a un lado de la casa de adobe cubierta de buganvilias rosas.
Me recibe doña Blanca. Así sin apellido.
–Si lo pones, quién sabe qué me hacen luego acá en el pueblo.
Es morena, de pelo chino negro, ojos grandes, labios carnosos, que muy fácil se ríen.
Esto en Chiconcuac, Morelos.
Afuera de su cocina, bajo un limonero cargado de limones, me ofrece una silla y un café –y ella se sienta en otra silla y sostiene su tarro de vidrio azul con su café humeante.
–Quería contarle –me dice—de un asunto chiquito. De lo que acá pasa con las ayudas sociales para los jóvenes.
Acá en Chiconcuac Blanca ayudó a las mujeres de la 4T durante la pasada época de las elecciones.
Se codeó con la candidata a gobernadora, Margarita González, las veces que vino a hablar en el zócalo; fue al zócalo de Cuernavaca a recibir a Claudia Sheinbaum, candidata a la presidencia; recorrió con María Redondo, la candidata a la presidencia municipal, los pueblos de la zona de Xochitepec.
–Morena la esperanza de México –dice Blanca y sonríe, y muestra sus dientes perfectamente blancos.
Todas ganaron en las elecciones, excepto la candidata a la presidencia municipal. Acá una familia priista tiene copado el municipio. Gobernó el patriarca, gobernó su esposa, gobierna ahora el hijo.
–Haga de cuenta que el municipio es de la familia –me dice Blanca.
–Bueno, cuéntame lo que pasa con las ayudas sociales para los jóvenes –le digo yo.
–Pues resulta que más de la mitad de las becas se las roban a los muchachos –me dice.
–A ver, dame un ejemplo –le digo.
Me pone el ejemplo:
–Hay una señora, Esmeralda Baena, dueña de una estética, la estética Esmeralda. El trato es que ella entrena jóvenes en su negocio y ellas le trabajan gratis, y a cambio reciben del gobierno una mensualidad de 7 mil pesos, que recogen en los cajeros automáticos del banco.
–Ese es el trato –le digo. –Ahora cuéntame qué pasa en realidad.
–En la realidad, la señora Esmeralda les recogió sus credenciales a las aprendices y es ella la que cobra en el cajero automático cada mes las becas del programa Jóvenes Construyendo el Futuro. De cada aprendiz, se queda con 4 mil pesos y le da 3 mil a la muchacha.
–Joder –se me escapa. –Es decir, les roba más de la mitad.
–Además que las tiene trabajando sin cobrar en su estética.
–¿Cuántas aprendices dices que tiene?
–Tenía cuatro. Pero una le dijo que no aceptaba que le robara la beca, así que la despidió y la aprendiz perdió su beca. Las otras tres aceptan, para que no las corra.
–¿Y qué tan común es eso? –le pregunto a Blanca.
— Acá en los pueblos de Morelos es lo más normal: muchos adultos les roban a los muchachos sus becas y todos lo saben y nadie hace nada.
Me pone el ejemplo:
–Hay una señora, Esmeralda Baena, dueña de una estética, la estética Esmeralda. El trato es que ella entrena jóvenes en su negocio y ellas le trabajan gratis, y a cambio reciben del gobierno una mensualidad de 7 mil pesos, que recogen en los cajeros automáticos del banco.
-Ese es el trato –le digo. –Ahora cuéntame qué pasa en realidad.
–En la realidad, la señora Esmeralda les recogió sus credenciales a las aprendices y es ella la que cobra en el cajero automático cada mes las becas del programa Jóvenes Construyendo el Futuro. De cada aprendiz, se queda con 4 mil pesos y le da 3 mil a la muchacha.
-Joder –se me escapa. –Es decir, les roba más de la mitad.
–Además que las tiene trabajando sin cobrar en su estética.
–¿Cuántas aprendices dices que tiene?
–Tenía cuatro. Pero una le dijo que no aceptaba que le robara la beca, así que la despidió y la aprendiz perdió su beca. Las otras tres aceptan, para que no las corra.
–¿Y qué tan común es eso? –le pregunto a Blanca.
— Acá en los pueblos de Morelos es lo más normal: muchos adultos les roban a los muchachos sus becas y todos lo saben y nadie hace nada.
–¿La gente no se queja con la autoridad?
Blanca me mira intrigada.
–¿Qué autoridad?
Resulta que el programa Jóvenes Construyendo el Futuro no tiene autoridades locales. Tampoco hay algún lugar físico o virtual donde quejarse de las anomalías.
–Tú conoces a la gobernadora, ¿no podrías decirle?
Blanca se ríe con la pura idea.
–¿Cómo? ¿Voy al palacio de gobierno en Cuernavaca y toco en la puerta con la mano o qué?
–Pues no –le concedo.
–Por eso se lo cuento –me dice Blanca. –Capaz lo publica en el periódico y alguien se da por enterado, viene y pone orden.
–Háblame de tú –le pido.
Entrelaza los dedos de las manos y me pide de tú a tú:
–¿Lo publicas, aunque sea un asunto chiquito?
–Claro que sí –le contesto.
Y ya de regreso en el automóvil lo pienso: no, no es un asunto chiquito. La verdad lo mismo me contaron en un par de pueblos de Guerrero y en uno de Hidalgo: parece que ya es un modus operandi nacional que la mitad de las becas para los jóvenes se las roban sus empleadores, y si eso es cierto pues en una robadera inmensa, de miles de millones de pesos. Y no hay un sistema de vigilancia que lo impida.
–Es un atraco –me dijo bajo el limonero Blanca –, pero es algo peor. Es destruir a Morena, que sí es todavía nuestra esperanza.