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Por Eduardo López Betancourt
En el corazón de la CDMX, específicamente en la Plaza de Santo Domingo, se encuentra un lugar infame donde se fabrican títulos apócrifos, cédulas profesionales y todo tipo de documentos fraudulentos. Este sitio es conocido como la “Universidad de Santo Domingo”, nombre que se utiliza de manera irónica para referirse a la falta de autenticidad de lo que allí se expide.
Lo anterior se ha vuelto cotidiano en México, especialmente en el ámbito jurídico; esto ha llevado a que la profesión de abogado caiga en desprestigio total. La situación es aún más grave cuando se considera que algunos funcionarios y personajes importantes han acudido a la “Universidad de Santo Domingo”, sin que nadie les diga nada al respecto. Un claro ejemplo de la corrupción e impunidad que reinan en el País.
Hay un caso concreto, por demás lamentable, que ilustra lo descrito. Una persona que ocupa un alto sitial en el medio jurídico, obtuvo su título de abogado de manera tramposa; plagió una tesis que se había presentado para examen profesional dos años antes que la suya y logró que un órgano colegiado subalterno le diera la razón. Nótese, todo un absurdo.
La persona en cuestión, ahora cínicamente asegura que no copió y resulta que el culpable es quien presentó la tesis original dos años antes que ella. Su desvergüenza es un patrón que muestra cómo la corrupción y la impunidad llevan a que gente sin escrúpulos ocupe cargos sobresalientes.
También existen las “escuelas patito”, instituciones que otorgan títulos profesionales a cambio de dinero, donde la Secretaría de Educación Pública, al incorporarlas, se convierte en cómplice del fraude.
La “Universidad de Santo Domingo” es un lugar que simboliza la corrupción y la falta de autenticidad en la Educación Superior en México. Urge que se tomen medidas para abordar este problema y garantizar que los títulos y documentos sean auténticos y reflejen la calidad educativa de los graduados, sin plagios y de excelencia.
