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Por Salvador Guerrero Chiprés
Por la complejidad de su operación diaria, solo comparada con espacios como el Mercado de Rungis en París o el Gran Bazar de Estambul, la Central de Abasto de la Ciudad de México es un microcosmos urbano donde confluyen comercio, empleo y dinámicas sociales.
A 42 años de su creación —a celebrarse este viernes— en la Ceda está muy claro uno de los retos: garantizar seguridad a las casi 600 mil personas que cada día acuden, entre clientes, comerciantes, trabajadores y transportistas.
Su infraestructura misma, con largos pasillos, bodegas y zonas de carga y descarga, dificulta la supervisión física tradicional. La tecnología es entonces un aliado indispensable.
En la Ceda, inaugurada en 1982 para sustituir a la antigua Merced, están identificadas dos tipos de delincuencia, la destinada al robo y la generada por extorsionadores. No se puede negar la actividad delictiva, como tampoco omitir la disposición institucional para desplegar estrategias.
Ahí radica la oportunidad de profundizar la seguridad con trabajo integral y empleo de las herramientas disponibles, como las cámaras del C2, uno de los siete Centros de Comando y Control del C5 distribuidos en la CDMX para la videovigilancia.
En el monitoreo a través de video hay capacidad y oportunidad para identificar delitos y detonar detenciones. Su complemento ideal es el reporte ciudadano a números como el 911 para emergencias, 089 en denuncia anónima o *765 por violencia a la mujer.
La estrategia contra la extorsión impulsada por la Jefa de Gobierno de la capital nacional, Clara Brugada, a través de la orientación jurídica y psicológica, con anonimato garantizado, a través de la Línea Antiextorsión 55 5036 3301 operada desde el C5, forma parte de ese ecosistema de seguridad.
La Ceda, ahora bajo la coordinación general de Mónica Pacheco Skidmore, se consolida como una miniciudad del esfuerzo y contra el delito.
