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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, a quien le faltan tan sólo unos días para dejar el cargo, amenazó con abandonar el pacto fiscal de la Federación. Sin duda, es una amenaza digna de un pendenciero.
El pacto fiscal es un acuerdo entre todas las entidades del país para establecer el actual sistema tributario de México. En él, las entidades establecen que varios impuestos (incluido el Impuesto al Valor Agregado -IVA-) sea cobrado por la Federación. Lo recaudado se reparte entre todas las entidades a partir de procesos que buscan establecer un equilibrio y una justicia entre todos los estados del país.
Desde hace varios meses, Enrique Alfaro le exigió a la Federación un nuevo acuerdo, lo cual es sin duda inviable. El mandatario de Jalisco afirmó tramposamente que, con el actual acuerdo, se perjudica a la entidad que aún gobierna.
El martes pasado reactivó esa queja y fue más lejos. Dijo: “Esta es una lucha que da un estado que tiene dignidad por todos los estados de la república. Una lucha por defender un modelo de cooperación fiscal equitativo y solidario, que respete la libertad y soberanía de los estados y que garantice una verdadera distribución de la riqueza nacional”.
El pacto fiscal no sólo busca que una sola entidad (la Federación) recaude impuestos (algo que evita burocracias de más y cientos de acuerdos complejos entre las entidades), sino que también le apuesta a la redistribución de la riqueza. Es algo que se supone el Estado está obligado a hacer.
Lo que plantea Enrique Alfaro no solo es un absurdo, sino que lo exhibe como lo que es: un gobernador pendenciero, poco solidario y que sólo quiere crear conflicto. Alfaro quería ser recordado como el personaje que “refundó Jalisco” (era su lema de campaña), y sólo será recordado como un gobernador ineficaz, que endeudó a su entidad y que no hizo nada bien por los jaliscienses.
