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Por Eduardo López Betancourt
La política mexicana se enfrenta a un “ventarrón”, donde la basura, la mediocridad, la ignorancia y la ridiculez alcanzan los más altos niveles.
Un sujeto impresentable, por azares del destino llegó a ser legislador, con la idea equivocada de estar en un ring para lanzar golpes “sin ton, ni son”. Mal educado, soberbio y corrupto como la mayoría de sus pares, audaz como nadie y poseedor de un pasado lleno de mentiras y suplantaciones que lo convierten en un personaje fraudulento.
Este tipejo tiene diversas aristas, en algunas de ellas se hizo pasar por líder de taxistas, sin ninguna legitimidad, solo la intención inmoral de “obtener placas”, esto es, permisos; en otra de sus ridiculeces, se dijo también ser líder de comerciantes ambulantes, nótese, siempre actuando en busca de prebendas. Al final, bien podemos considerarlo como alguien cuya presencia, avergüenza, es gritón, pendenciero, improductivo y un claro ejemplo del bajo nivel de la política mexicana. Es tanta su desvergüenza y falta de categoría, que ocupa sitiales que deben ser reservados para que al menos se desempeñen con un mínimo nivel intelectual. Lo cierto del panorama es que, se tendrá que soportar por largo tiempo a este ridículo, quien ahora más que nunca se mostrará incitativo.
Por supuesto, al formular el relato anterior, se debe luchar por superar el abismo, donde deambulan personajes como el descrito, también se manifiestan otras figuras, como la traición y el nepotismo, así como la ausencia de ideales, es la constante. Ayer fueron priistas o panistas, después se convirtieron en perredistas y cual “ratas en naufragio”, ahora son morenistas. Vaya la baja estofa que nos encontramos. Por el bien de México, busquemos mejores opciones.