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Por Federico La Mont
Azules: Durante el gobierno de Felipe Calderón se creó la Policía Federal, un esfuerzo para consolidar diversas fuerzas policiales bajo un solo mando con una inversión significativa, pero la falta de liderazgo y compromiso adecuados impidió su éxito. Esta fuerza, aunque bien intencionada, sufrió desde el inicio por la mala administración y la corrupción dentro de sus filas, lo que socavó su efectividad. Los ciudadanos esperaban un cambio tangible, pero la realidad fue distinta. Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador, se creó la Guardia Nacional, prometiendo restaurar la paz y combatir la delincuencia. Sin embargo, cinco años después, los resultados aún son graduales. La Guardia Nacional, formada principalmente por soldados, carece de las habilidades necesarias para investigar delitos qué requieren enfoques diferentes, y la Guardia Nacional no logra cumplir con ambas funciones. Además, la falta de coordinación con otras fuerzas de seguridad creo un vacío en la instrumentación de políticas efectivas. Su presupuesto creció significativamente.
Seguridad: La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha expresado su preocupación por la militarización de la Guardia Nacional, señalando que esto socava los derechos humanos y la seguridad ciudadana. La militarización no solo aleja a las fuerzas de seguridad de su propósito civil, sino que también introduce una dinámica de conflicto y represión que es inadecuada para enfrentar problemas de seguridad pública complejos y multifacéticos. En lugar de fortalecer la Guardia Nacional, sería más eficaz reformar las fuerzas de policía civil, asegurando su profesionalización y combate a la corrupción. Las fuerzas militares, entrenadas para la defensa nacional, no están preparadas para asumir roles de seguridad pública y de investigación, que requieren proximidad con la comunidad y una comprensión profunda de las dinámicas locales delictivas.