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Por Eduardo López Betancourt
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fundada en 1551, ha sido baluarte de la educación y la cultura mexicana, pero, en las últimas décadas ha enfrentado una serie de desafíos que han erosionado su autonomía y democratización.
La primera la obtuvo en 1929, gracias a la lucha de estudiantes y profesores, esto les permitió una libertad académica y administrativa que consolidó su posición como una de las mejores universidades de América Latina; con el tiempo, la UNAM ha visto surgir grupos de poder que han limitado la participación democrática de la comunidad universitaria. La creación de mafias y camarillas ha generado una cultura de exclusión y persecución.
La UNAM cuenta con una Junta de Gobierno, supuestamente encargada de tomar decisiones en beneficio de la Institución, pero ha demostrado ser ineficaz y opaca, donde la falta de transparencia y rendición de cuentas ha generado desconfianza en el ámbito universitario.
La Máxima Casa de Estudios debe ser un espacio donde se fomente la diversidad y universalidad de pensamiento y la libertad de expresión, sin limitarlas, sin embargo, la persecución a universitarios con ideas disidentes, es una realidad.
El declive de la UNAM es el reflejo de la falta de compromiso con sus principios fundamentales. Insistimos, es hora de recuperar la autonomía y democratizar la universidad, erradicando la discriminación, la falta de respeto, la cerrazón y más aún, el odio y desprecio, deben ser marginados para dar lugar a la valorización de la academia y el talento.