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Por Eduardo López Betancourt
La visita presidencial a la Ciudad y Puerto de Acapulco ha sido un aliciente del cual se esperan buenos resultados. El Gabinete en pleno acudió, se dieron indicaciones y cada involucrado deberá cumplir con sus obligaciones. Al margen de lo anterior, la recuperación no será fácil, en particular por los tres siguientes aspectos:
Infraestructura deficiente. Calles deterioradas, donde el sistema de drenaje es todo un desastre.
Inseguridad. Es evidente que la delincuencia se ha enseñoreado, con el absoluto apoyo y complicidad de la autoridad estatal.
Corrupción. La falta de transparencia en la gestión de recursos y sin duda, funcionarios locales rapaces, con una historia de ilícitos, lo cual constituye el mayor riesgo.
Para revivir Acapulco se necesita:
Obras de gran calado, además, insistimos, inversión en infraestructura, sistema de drenaje indispensable y vialidades bien cuidadas y suficientes.
Transparencia y rendición de cuentas. Tal vez dejar el gasto exclusivamente al ámbito federal.
Planificación y preparación para desastres, incrementando medidas de emergencia y de Protección Civil.
Acapulco debe recuperar su esplendor, pero, para ello precisa de un trabajo continuo, donde el Gobierno Federal mantenga su presencia, en particular por lo que se refiere al presupuesto. El camino para la recuperación de Acapulco es largo y desafiante, más, tengamos la esperanza de que con un esfuerzo comunitario se alcancen metas que permitan un cambio de vida para los habitantes. La Ciudad y Puerto que alguna vez fue refugio de sol y mar, debe renacer de sus cenizas.
El símbolo de belleza que en el pasado fue motivo de orgullo, debe ser la meta para lograr que la costa acapulqueña esté a la altura de recuperar su denominación histórica, “La Perla del Pacifico”, destino turístico emblemático que nunca deberá ser vencido por la fuerza y violencia de la naturaleza y menos por la corrupción de sinvergüenzas e impresentables que localmente detentan el poder.